Lola Clavero
Aventuras y desventuras de Pitita Pijigualda
Algorfa, Marbella, 2021.
La novela española vive una época triste. Pero no sólo por esa escasez de verdaderos talentos narrativos que provoca que se encumbre a los escritores que lo hacen medio bien (a los mediocres, vamos), que también, sino por el tono lastimero y lloriqueante de los temas con que tales novelistas nos deprimen, contándonos desgracias, frustraciones, melancolías, nostalgias y otros sucedáneos de las verdaderas tragedias, que ellos no se atreven a abordar.
Vivimos el apogeo del drama y muchas de las obras narrativas que triunfan —por haber ganado tal o cual premio o por haber estado estratégicamente colocadas en pilas junto a las verduras de los supermercados, que es donde más libros se venden— son todas descorazonadoramente iguales: novelas rosa con toques sentimentaloides, pretensiones pseudopsicológicas y una abundancia exagerada del realismo más ramplón y de los más anodinos detalles cotidianos.
Por eso resulta tan refrescante como un chapuzón en un lago islandés en una mañana de enero la aparición de una escritora distinta, como es Lola Clavero. Y ser distinto es un plus en cualquier ámbito, máxime cuando nos encontramos en un mundo que se ha esforzado mucho por conseguir la mayor alienación posible en todos los frentes, indicándonos qué perfume hemos de usar mayoritariamente «para ser nosotros mismos», qué libros debemos leer antes de morirnos y qué ciudades nos tienen que gustar cuando las visitemos.
Lola Clavero se ha decantado por el humor más genuino, un acto de valor en una sociedad que se toma a sí misma demasiado en serio, que no sabe burlarse sanamente de sus propios defectos y que considera cualquier acercamiento satírico como una ofensa personal. Aun así, ella se atreve a reírse de todo lo risible y escribe esta divertida novela y otras como ésta poniendo su tremendo ingenio al servicio de esa mirada crítica que tanto escasea y que tanta falta nos está haciendo. La autora convierte en su lema el adagio del poeta neolatino Jean de Santeul: «Castigat ridendo mores» [Riendo, corrijo las costumbres].
Y acierta plenamente al mostrarnos el lado más penoso de nuestra realidad actual, porque España tiene gracia. Aunque queramos ser un país serio y respetable, no lo somos, manque nos pese. Nuestras tradiciones son absurdas, nuestros valores están desfasados, nuestro carácter es incongruente, nuestro comportamiento es absurdo, nuestros próceres son impresentables y nuestras instituciones son una merienda de negros. Ya dijo Schopenhauer que todos los países se burlaban de los otros países y que todos tenían razón. Esto es especialmente verdad en el caso español.
La novela que tienes en tus manos y que te va a hacer disfrutar como no podías ni imaginar es una profunda visión cómico-analítica de las dos Españas, todo ello ejemplificado en las vicisitudes de una familia de convicciones muy extremas que, desgraciadamente, no son exactamente las mismas en todos sus miembros. Si avanzas hacia el Este durante el tiempo suficiente, acabas apareciendo por el Oeste, tras completar un periplo planetario, ideológico en este caso.
Así es que prepárate a disfrutar y a reírte de esta ridícula España de nuestros pecados, a la que la autora da un buen repaso y deja como chupa de dómine. Pero hazlo de forma inteligente, dejando a un lado todo tipo de prejuicios y mezquindades, procurando mantener la máxima apertura de mente. De esta manera, podrás sacarle todo el partido a Pitita y a sus allegados. El humor es un producto de la cultura, de la civilización y del refinamiento. El odio, el partidismo y la intransigencia no lo son. Recuerda que la humanidad no se divide realmente en derechas e izquierdas, en blancos y negros, en ricos y pobres, en güelfos y gibelinos, sino en inteligentes y berzotas. Y para los inteligentes —como tú, lector— se ha escrito este estupendo libro, que aúna hábilmente dos de los más deseables objetivos que pueden tenerse en este bajo mundo: la verdad y la risa.
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