Museos execrables

 


           Para decirlo de alguna manera y para que ustedes lo sepan, los museos eran originariamente los clubs de alterne de las musas, que cumplían el cometido de diosas de la memoria. Allí se reunían y se dejaban querer de los artistas y poetas de la Antigüedad. Cómo han pasado esos lugares a convertirse en trasteros históricos, llenos de objetos cochambrosos y generalmente rotos e inservibles, es algo que no acabamos de explicarnos.

          Visitar museos es una práctica snob y repelente como la que más, por lo que aplaudimos la aparición de un nuevo oficio al que sólo tienen acceso los escogidos. Tal oficio es el de rompedor de museos nacionales. Toda la información está en www.actosvandalicosybrutalidadesvarias.com

          Ésta es una profesión tan digna como la que más. Quizá con menos competencia que otras. Hoy por hoy es una ocupación de free lancers, pero pronto se organizará y hasta se podrán pedir subvenciones. Los costes son pocos, porque la tinta es barata y las hojas de afeitar cunden bastante.

          La utilidad es palmaria, porque algunos museos son horrorosos. Ahí está el Reina Sofía, que gasta enormes sueldos en montones de guardias para proteger el Guernika, bien feo él.

          Pero es que hay otros muchos museos execrables. En Madrid —que es lo que controlamos— tenemos varios sin ir más lejos:

 

El Museo Nacional Penitenciario

          Ideal para que los serial killers se documenten. Paraíso de morbosos. Mucho más técnico de lo que uno podría pensar. No hay más que recordar el famoso libro del cachondo Thomas De Quincey, Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, para hacerse una idea de lo resultona que puede ser la combinación entre instinto y erudición.

         

El Museo de Ángel Nieto

          Dicen que este lugar lo van a reformar y convertirlo en el Museo de Fernando Alonso, porque lo del Nieto es cosa de nuestros abuelos: ya nadie va a verlo. No me extraña, la memoria de los pueblos es corta. Ya nadie tiene interés en ver los guantes manchados de grasa de este señor que empapó trece veces con champán a las señoritas que le rodeaban y que cobraban un sueldo por besarle en el podio, pero no por aguantar sus horteradas. Nadie quiere ver ya sus monos, que se han conservado sin lavar, con el sudor del deportista, ni el cajón en el que se subió la última vez que ganó algo. Es una lástima, porque la contemplación de todos esos maravillosos recuerdos enaltece el espíritu y nos hace más cultos.

         

El Museo Nacional de Reproducciones Artísticas y Gliptoteca

          Al que no va nunca nadie, por miedo a que lo de la gliptoteca sea algo especialmente desagradable de contemplar.

         

El Museo del Reloj Grassy

Una colección privada de relojería que, ya de entrada, no inspira mucha confianza, porque el anuncio dice que es mejor concretar el horario por teléfono. O sea, que no tienen hora fija de abrir. Y, si con tantos relojes no se aclaran con la hora, seguro que son unos aficionados chapuceros.

         

El Museo Taurino

          Donde se recomienda admirar las donaciones de la madre de «Manolete», que ignoramos en qué consisten ni lo sabremos nunca, porque el tema nos da repelús y no pensamos aparecer por allí.

         

El Museo de Escultura al Aire Libre

          Una contradicción en términos. Porque, si es al aire libre, lo puede ver cualquiera desde un autobús que pase por allí cerca. Y todo el mundo sabe que el objetivo principal de un museo es que pagues la entrada y aumentes las arcas estatales. Si no fuera éste su objetivo, si el propósito de los museos fuera honestamente elevar el nivel cultural y sensible del personal, entonces serían totalmente gratuitos.

         

El Museo-Convento de las Descalzas

          Liturgia de los siglos xvi y xvii. Parece como si el tiempo se hubiera detenido entre tapices, pinturas y orfebrería. Desgraciadamente, el polvo no lo ha hecho.

         

El Museo de la Guerra Civil

          Ya hay que tener una mente aviesa y retorcida para imaginar un museo así, donde poder recordar las brutalidades de los dos bandos que intervinieron, por lo que no comentaremos nada al respecto.

 

El Museo de Cera

          Con una estremecedora cámara de los horrores donde puede apreciarse la terrorífica imagen de Miguel Induráin con el maillot amarillo.

         

El Museo del Ejército

          Una completa colección de armas de todas las épocas y para todo tipo de asesinatos en masa. Entre las más mortíferas se encuentra una carta manuscrita del rey Boabdil a una novia suya. Este museo es famoso en toda Europa por su proverbial desorden.

         

El Museo-Palacio de Liria

          Que es una verdadera joya, tanto por su arquitectura como por la magnífica colección de obras de arte que se rumorea que existe en el interior, ya que es complicado de visitar, ya que estaba cerrado y han tardado setenta y cuatro años en volver a abrirlo.

 

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