Nabucco (1842)
Giuseppe Verdi
Nabucco es el diminutivo cariñoso de Nabucodonosor, un señor que aparece en el Antiguo Testamento fastidiando al pueblo hebreo siempre que puede: le destruye el templo, le persigue, se burla de sus narices; en fin: les hace continuamente la Pascua a los judíos.
Aunque hay un trozo de obra que es un melodrama típico de hijos perdidos, otra parte se dedica a contarnos que a Nabucco se le sube el poder a la cabeza y se declara a sí mismo Dios todopoderoso. Entonces un rayo le fulmina y pierde el sentido (el poco que tenía). Permanece en esa situación durante varios actos, hasta que consigue recuperar la razón, la fuerza y el gorro (que se le había caído cuando lo del rayo). Entonces se arrepiente de haber sido malo y entra, espada en mano, en el lugar en el que se están haciendo sacrificios al dios Baal. Le pega un puntapié al altar y lo derriba, con lo que el ídolo del dios Baal cae al suelo y se hace añicos, pues era de porcelana.
El arrepentido monarca pide perdón a los sumos sacerdotes, promete reconstruir el templo de Jerusalén, seguir en adelante la fe verdadera y darles a los judíos una exención de impuestos, algo que ellos reciben con mucho agrado.
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