Entre las gentes que escuchan
muchas voces sin cesar
y no son telefonistas
habría que destacar
a Santa Juana de Arco,
la doncella de Orleans,
que había nacido, por cierto,
en Domrémy, una ciudad...
bueno, un pueblo;
no, un poblacho.
(No nos vamos a engañar:
era una aldea asquerosa,
llena de puercos y tal.)
Era cuando los ingleses
iban de acá para allá
por Francia, sin que chocara
que quisieran gobernar,
porque después de una guerra
más larga que el Yang Tse Kiang
seguían allí impertérritos,
no se querían marchar.
Fue en ese momento histórico
—o un poco antes, quizá—
cuando dos voces divinas
desde el cielo celestial
susurraron al oído
de Juana el soberbio plan
de que el camino seguro
de alcanzar la santidad
consistía simplemente
en conseguir machacar
muchas seseras sajonas
con golpe en el parietal
y lograr que los ingleses
se marcharan a tomar...
el té a Inglaterra y dejaran
de una vez a Francia en paz.
Ni corta ni perezosa
Juana se marchó a buscar
al alfeñique que era
en Francia rey nominal.
Éste (que estaba de coña
entre su corte real),
por ver de qué iba la cosa,
quiso a la Juana embromar
y puso allí a un cortesano
de monarca artificial.
Mas Juana le conoció
y supo al rey señalar.
¿Cómo? Pues por el hedor,
que los nobles olían mal
y el rey, por diferenciarse,
era metrosexual
y se perfumaba el tórax
con pachulí y con azahar.
Como fuere, este suceso
hizo a Juana popular
y pronto tuvo a sus órdenes
un batallón militar,
porque ella seguía empeñada
en lo de la libertad
y en poner a los ingleses
allí, allende el Canal.
¿Qué tal sucedió la guerra?
Un fiasco descomunal.
No había orden ni concierto;
aquello era un guirigay.
Juana hizo allí más ridículo
que el que hizo Bush en Irak.
Les dieron por todas partes:
por delante y por detrás.
Pero los franceses son
chauvinistas y demás,
y por eso cuentan siempre
que Juana ganó la mar
de batallas. Pero es falso.
Y la prueba de esto está
en que, en vez de echarles fuera
a los hijos de la Gran
Bretaña y liberar Francia,
la Juana acabó fatal.
La cogieron, la aherrojaron...
(Y le harían algo más,
supongo yo, como era
la costumbre medieval.
Pero esto está censurado
y los franceses jamás
aceptan tamaña idea.
Mas yo no me he de tragar
que el ejército británico
fuera en todo tan formal
y no hiciera de las suyas.
En fin: si quieren votar
si la Juana fue violada
o no lo fue, pues ya están
mandando un SMS.
La editorial premiará
al que acierte, tras sorteo
en presencia notarial,
con una bella y muy práctica
mantelería de Holan-
da de color verde o malva,
a elegir. Bueno: ya está
bien de inciso. Prosigamos.)
Pues la historia acaba ya
porque hicieron con la Juana
en la plaza de Rouan
(creo que fue allí y no en Zamora)
barbacoa colosal.
Moraleja: el patriotismo
puede hacerte peligrar
la vida, acabar en humo,
cenizas, brasas y as-
cuas, o si no, considera
lo que acabo de contar.
¿Merece un rey que te asen?
¿Una bandera, quizá?
¡Qué más da quién te gobierne,
si todos lo hacen muy mal!
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