El gran escritor español de literatura humorística, Enrique Gallud Jardiel, ha publicado un nuevo libro. ¡¡El número 369!! Y como soy un fanático de su sentido del humor, lo leí de inmediato.
Es un libro especial por su originalidad. Enrique, se introduce como personaje en varias obras clásicas e interactúa con los protagonistas. Me refiero a los títulos: Hamlet, Robinson Crusoe, Guillermo Tell, Don Juan Tenorio, El nombre de la rosa, Frankenstein, Cyrano de Bergerac, La Ilíada, Crimen y Castigo y Don Quijote.
¿Cómo se explica que él pueda entrar y salir de esas historias? ¿Cómo se explica que los personajes de esas historias acepten su presencia? ¿A quién le importa? Como dice el mismo autor: “¿Es preciso que la imaginación se justifique a sí misma?
Aceptando las reglas de juego, el lector disfrutará una vez más del exquisito, ingenioso y culterano humor de Gallud Jardiel, agradeciendo su inmenso talento paródico, su sátira, sus absurdos, sus agudezas y su buen gusto.
Terminada la lectura, sentí la necesidad de comentarles unas cuantas cosas al autor. Así, ni corto ni perezoso, tomé un avión hacia Madrid y me aparecí en su lugar de trabajo, en su rincón creativo.
No había nadie en el lugar y decidí esperarlo. Di vuelta alrededor del escritorio donde aún permanecía abierto su laptop, paseando la mirada por sus infinitos libros, cuando de pronto sentí algo así como una ráfaga de aire helado proveniente del computador (ordenador como le dicen en España). Me acerqué extrañado y vi a Enrique echado en un chase longue en la terraza de un hotel, tomándose una limonada caliente, conversando con Hans Castorp. Comencé a llamarlo y enseguida estuvo a mi lado. Se sorprendió al verme, claro.
—¡Pepe! ¿Qué haces aquí? —quiso saber, quitándose la bufanda y la boina.
—Enrique, tengo poco tiempo, así que escúchame…
—Pero primero…
—No, primero dime, ¿te sientes mal? ¿Qué te dijo el médico? ¿Tienes mucha tos?
—No, para nada…
—¿Entonces qué hacías en ese sanatorio en los Alpes Suizos?
—Ah, es por que…
—¿Conociste a Thomas Mann?
—No, Pepe…
—¡Ya sé! Entraste en la Montaña Mágica, porque vas a escribir la segunda parte de “Un liante entre los clásicos”.
—No, de verdad…
—Me alegra mucho que hagas otro libro, porque la fórmula es fantástica. ¡Imagínate en cuántas obras clásicas puedes intervenir! Es un recurso ingenioso y que no aburre. El lector que conoce la historia del libro disfruta doble, por supuesto, pero aún el que la desconoce, pero tiene alguna ligera idea sobre el argumento, se va a divertir también. Y los que nunca han leído el libro, ni siquiera han escuchado de su contenido, esa gente no lee y pueda que hasta no sepa leer. En nuestra juventud no existían muchos en esa condición, pero en la actualidad puede que sean demasiados. Da miedo eso, ¿no?
—Sí, te entiendo, pero…
—Pero no es por eso que vine hasta Madrid. Mira, quería felicitarte por el libro, decirte que me encantó tu actuación en Don Juan Tenorio. Te juro que esa historia tuya está entre mis favoritas, junto al Decameron y el Kama-sutra.
—Gracias, Pepe, aunque…
—Es que es cierto que todo está muy, muy divertido. Mira, lo que hiciste con Aristóteles en El nombre de la Rosa es extraordinario. Yo también pienso de él lo mismo tú, pero no lo podría haber dicho mejor.
—Me alegro que…
—Oye, y te quería decir: tu genialidad es pletórica (me hubiera gustado otro adjetivo, pero ese fue el que me salió y como estoy apurado así se queda). Es que es demasiado hilarante eso de entrar en la historia de un libro, ver que hay un peligro inminente en esa parte de la narración y entonces salirte de la historia y entrar varias páginas más adelante. ¡Es genial, repito!
—Muchas gracias, este…
—¿Y qué me dices de los apartes del editor del libro, enojándose cada vez más con tus disparates y bromas? ¡Excelente idea! Bueno, no sigo porque me desagrada spoilear. Querido Enrique, me tengo que ir, pero antes dos cosas:
Una, piensa bien cómo intervenir en La Montaña Mágica. A esa historia le falta acción, amigo mío. Haz que investiguen un asesinato, que parejas infieles peleen, convence a un personaje que robe la caja fuerte del hotel, que asalten indios el lugar, que La Roca ingrese enfermo al sanatorio y haga de las suyas, o qué sé yo, ¿de acuerdo?
Y dos. En serio, me encantó el libro. De nuevo demuestras que eres uno de los grandes humoristas literarios que conozco y me enorgullece ser tu contemporáneo. Admiro tu creatividad, tu cultura, tu talento, tu fino gusto y tu enorme sentido del humor. Te felicito de corazón.
Le recomendaré el libro a todo el mundo, porque vale muchísimo la pena pasar tan agradable momento en la vida con esta lectura.
Pepe Pelayo
Septiembre, 2025
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