Pia Biundo: «Todo el tiempo del mundo», Ápeiron Ediciones, Madrid, 2024, 336 págs.
El fin de una novela es la historia misma y la apreciación que el lector pueda hacer de ella. Lamentablemente, vivimos un tiempo en que es común que el escritor se centre más en mostrar su virtuosismo que en perfeccionar aquella obra a la que lo aplica. No es el caso aquí, en el que hallamos un magnífico ejemplo de lo que podríamos denominar literatura «honesta»; es decir; aquella que pretende contarnos —y contarnos bien— lo que quiere contarnos, sin derivaciones, circunloquios ni guiños a la propia habilidad del escritor, innecesariamente omnipresente. La novela de Biundo es, por emplear una expresión simpática, local y eminentemente explícita (aunque ya carente de actualidad), un libro «de los de antes de la guerra», lo que viene a ser sinónimo de calidad.
La mal llamada —más bien mal traducida— ciencia ficción (ya que deberíamos hablar en puridad de «ficción científica») vio su época dorada en las décadas de los cuarenta y cincuenta, en los Estados Unidos, principalmente en revistas con lectores suscritos, entusiastas y tremendamente exigentes. No había allí lugar para engaños: se exigía novedad, originalidad y claridad, no experimentos de índole alguna. En el mismo estilo de las obras típicas de aquella etapa se encuentra este libro, donde los que gustan de este tipo de lecturas encontrarán esos elementos que siempre les agradan, tanto lo esperado (naves, colonias estelares, novatos a bordo, tripulaciones multirraciales), como lo que ha de ser sorprendente (por ejemplo, los optimates, unos curiosos personajes cuya intervención modifica el equilibrio de los demás), así como abundancia de esas innovaciones tecnológicas, curiosas muchas veces, que dan realce a las historias y que en numerosas ocasiones han aparecido en la ficción antes de que se hayan inventado en la realidad.
La trama tiene que ver con la amenaza a la vida en la Tierra por parte de una inteligencia superior encerrada en la tristeza del solipsismo de su propia omnisciencia. A bordo de la nave espacial Bellatrix, tiene lugar la acción, cargada de sentidos existenciales y de simbolismo, con todo tipo de tensiones generadas por la situación y por las diferencias de personalidades.
Las reflexiones filosóficas sobre la supervivencia, la identidad y el propósito de la existencia mantienen el interés por encima de los sucesos externos.
Ha de decirse que el elemento científico está muy adecuadamente medido y tratado, sin explicar lo obvio ni añadir elementos ininteligibles para el lector no científico, lo que supone uno de los retos más difíciles para los escritores de C-F, que en ocasiones tecnifican en exceso sus ambientes. La autora sabe dosificar la ciencia para que no suponga un obstáculo de dificulte o frene la lectura.
Si a estas virtudes le añadimos un diálogo ágil e interesante, hábilmente combinado con las descripciones y los pensamientos, y sazonado con algunos puntos de humor, el resultado es un libro muy legible y muy interesante que podrá satisfacer de sobra a los más exigentes aficionados al género.
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