Dichos que se han dicho, pero bien dichos


 

Quién tiene un tesoro tiene muchos amigos.

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En cuanto pongas tus barbas a remojar, tu vecino, que es un envidioso muy competitivo, se pelará las suyas.

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Quien tiene un buen chalet con piscina y sombra para cobijarse no necesita arrimarse a ningún árbol.

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Más vale estar solo que acompañado, ya sea bien o mal.

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El mundo es un pañuelo y está lleno de lo que suelen estar llenos los pañuelos.

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Los monjes quieren hacer los hábitos de los demás.

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Los oídos sordos no oyen las palabras necias ni las sabias tampoco.

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Dos hombres valen más que uno precavido.

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¿Dónde va la gente? Donde va el Vicente que las engaña y mangonea.

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Ellos se juntan y creen que Dios los cría a ellos especialmente.

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No hay año en el que no duren cien males.

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Las montañas no tienen fe y por eso no se mueven.

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No hay bien que no venga con un mal.

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Perro que ladra no muerde, porque no puede hacer ambas cosas a la vez.

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Nunca es buena si la dicha llega tarde.

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Quien se equivoca se excusa diciendo que tiene boca.

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«Hoy por ti, mañana por mí» es la consigna de los políticos.

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Quien canta mal, espanta.

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Piensa y acertarás. Como no acertarás es no pensando.

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Cuando el corazón no siente, los ojos se niegan a ver.

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Hay una regla para cada excepción.

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Más sabe el viejo por diablo que por viejo, que hay viejos muy tontos.

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No todo lo que es oro reluce.

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El monte no tira a la cabra ni se la come.

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Cada maestrillo plagia su librillo.

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Sabe el ladrón que todos son de su condición.

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Dios no ayuda a los que no madrugan.

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El oro se gana malgastando el tiempo.

 

 

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