Tuso, el perro en desuso

 



 

          En este artículo breve —breve, porque no tenemos mucho que decir— estudiaremos a los ferros pilológicamente (a los perros filológicamente, queremos decir: hemos cometido una metátesis, que consiste en cambiar el lugar de las letras dentro de una palabra y decir, por ejemplo, dentrífico, cocretas, Grabiel, murciégalo, cantilena o cosas por el estilo; es un fedecto que cotemen muhco las presonas que caceren de cutulra y que hay que etivar seimpre que se pudea para no querad en ridíluco).

          Empezaremos con curiosidades, como el vocablo ‘tuso’ que encabeza este escrito y que significa «perro» sin más, aunque es una acepción coloquial. Se deriva una onomatopeya, ¡tus!’, que sirve para espantar a los perros que no son sordos. Cuidado, porque en Colombia significa otra cosa.

          ‘Perro’ también es probablemente una voz onomatopéyica (no se sabe otro origen). Los pastores dirían ‘prrr’ o ‘brrr’ para incitar al perro a mover el ganado y de ahí surge la palabra. Según esta teoría, no hay diferencia entre un perro y un berro, aunque no saben igual y el berro tarda menos en cocerse.

          La forma femenina tiene varias acepciones, como cuando decimos: «Ha cogido una perra» (obsesión), «Este niño tiene una perra» (rabieta), «Este hombre no tiene una perra» (moneda), «Estoy muy perra» (perezosa) o «Fulanita es una perra» (insulto a elegir).

          Antiguamente existía el oficio de ‘perrero’, que era el que en las iglesias y catedrales se encargaba de echar fuera a los perros. Hoy en día, la mayoría de los perros son laicos y este puesto de trabajo ya no hace falta.

          La onomatopeya ‘guau’, que transcribe el sonido del ladrido del perro, se emplea también para expresar admiración o entusiasmo, lo que parece indicar que esos animalitos son muy dados a hacer elogios y cuando ladran («¡Guau, guau!») están diciendo algo así como «¡Muy bien, muy bien!».

          ‘Can’ no tiene misterio: viene del latín ‘canis’ de toda la vida. Más divertida es la derivación en ‘canícula’, porque ¿qué tiene que ver el perro con el calor? Pues que orto helíaco (primera aparición en el horizonte tras un tiempo de invisibilidad) de Sirio, la estrella de la constelación del Can Mayor, coincidía con la época más calurosa del año. Nótese la contradicción de que cuando hace mucho frío o llueve desagradablemente se diga que hace «un tiempo de perros».

          Algunas palabras derivadas de ‘can’ puede que sean las siguientes (no lo afirmamos taxativamente): ‘acanalado’ (un perro con alas), ‘canario’ (perro de raza aria), ‘canasta’ (el cuerno de un perro, cuando lo tiene), ‘cancán’ (un perro muy perro), ‘candado’ (un perro que te regalan), ‘canoso’ (híbrido de perro y plantígrado), ‘cantina’ (baño para perros) o ‘cantonalista’ (un perro que canta sin desafinar, manteniendo bien el tono).

          En cuanto a otros idiomas principales (no vamos a poner todos los del mundo: hay 7.097 más o menos), veamos cómo llaman en ellos a nuestros amigos (saltándonos aquellas palabras que se parecen mucho a las del país vecino).

Tenemos hund (alemán), kalb (árabe), shun (armenio), kuche (búlgaro), gou (chino), chien (francés), kutta (hindi), anjingh (indonesio), dog (inglés), madra (irlandés), cane (italiano), inu (japonés), seh (kurdo), nokhoi (mongol), pies (polaco), cachorro (portugués), sobaka (ruso), mbwa (suajili), aso (tagalo), hma (tailandés), köpek (turco), cho (vietnamita) y aja (yoruba), todo palabras de su padre y de su madre.

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