Michael Schumacher

 

 

        Miguel Zapatero (¡metonomasia que te crio!) se pronuncia en alemán cómo mɪçaʔeːl ʃuːmaxɐ, por lo que preferimos quedarnos con la versión castellanizada. Fue un piloto alemán de exautomovilismo, digo, un piloto exalemán de automovilismo. No: un expiloto alemán de automovilismo (¡ahora!, ¡por fin!).

        Ganó siete veces el campeonato mundial de carreras de coches: dos con Benetton, cuatro con la escudería Ferrari y una por su cuenta. Quedó tantas veces subcampeón que ya ni se acordaba. Según aseguran los que saben, obtuvo 91 victorias, 68 poles, 77 vueltas rápidas y 155 podios, algo que no acabamos de entender muy bien. ¿Quiere decir esto que, aparte de las 77 mencionadas, todas las demás vueltas las dio despacito? ¿Y cómo se las apañó para tener en su casa a 68 polacos (poles)? Toda esta terminología nos confunde.

        Le denominaban el «Káiser», por no llamarle algo peor, porque el hombre hacía a veces un miajita de trampa, como luego mencionaré.

        Michael se montó en coche (en un kart) por primera vez con cuatro añitos recién cumplidos. A partir de ahí, fue especializándose y debió de aprender muchas matemáticas y mucha física, porque en los libros pone que era experto en todo tipo de fórmulas.

        Sus logros no se pueden listar, salvo que uno tenga mucho tiempo y muchas ganas, lo que no es nuestro caso. El hombre acumuló más podios, carreras ganadas y títulos que nadie, y a esto no hay que darle vueltas, aunque él sí las diera.

        En el capítulo de morrones encontramos algunos muy graves. Schumacher corría mucho porque creía ingenuamente que tener un estupendo seguro de accidentes significaba que no podía tener accidentes. Solo después del primero se enteró de que el seguro pagaba los huesos rotos después, pero no impedía que te los rompieras.

        Bastante suerte tuvo, que salió ileso de muchos amasijos de hierro, aunque, evidentemente, en el transcurso de su carrera se rompió varias cosas esas que tenemos por dentro.

        Estuvo siempre al alcance de la polémica, pues sus rivales decían que jugaba sucio y chocaba contra sus coches en ocasiones para desestabilizarlos, como en las carreras de cuadrigas de Ben-Hur, cuando Mesala hace trampa y le rompe la rueda a Charlton Heston. Esto no impidió que la UNESCO le otorgara el título de embajador honorífico en un año en el que no tenían a otro más a mano. Hay que decir en su beneficio que Schumacher donó muchos dólares a proyectos de beneficencia. No sabemos si hacerlo era condición obligatoria para que la UNESCO te nombrara para algún puesto de relumbrón.

        El nombre de Schumacher se ha hecho famoso —como antaño lo fuera el de Fittipaldi— para indicar a uno que corre siempre mucho con el coche, como si fuera a apagar un incendio o a descubrir la cura del cáncer.

        Hace unos años (2013) se dio un tremendo porrazo en la cabeza y desapareció de la escena pública. Su familia no quiere revelar nada de su estado mental, lo que nos hace sospechar que ecuaciones de tercer grado no debe de resolver muchas.

 

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