Tristán e Isolda (Tristan und Isolde, 1865) Richard Wagner
La materia de Bretaña, incorporada al ciclo artúrico, ha dado para mucho, literariamente hablando. Tenemos las historias de los caballeros de la Tabla Redonda, que son el copón (la búsqueda del Santo Grial, queremos decir) y los amores triangulares de Arturo, Ginebra y Lanzarote del Lago. Tambien la historia tristánica e isóldica pertenece a esta corriente y proviene probablemente de la época de la dominación vikinga de la isla de Irlanda, allá por el siglo X, poco antes de la invención del sacapuntas.
Wagner se basó en el romance de Godofredo de Estrasburgo, que recogió la historia (que estaba por ahí tirada, abandonada a su suerte) y nosotros no se la contamos a ustedes para ver si les pica la curiosidad y se deciden a ver la ópera, pues fomentar este género es —aunque no lo parezca en absoluto— el objetivo de este libro.
La partitura abunda en cromatismos, juegos de tonalidades, color orquestal y suspensión armónica, según recordamos haber leído en algún sitio.
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