Pon algo chino en tu cocina

 


          El «feng shui», esa morrocotuda ciencia china de más de cinco mil años, tres meses y dos semanas de antigüedad es una adaptación al hogar de una cosmología más compleja que un logaritmo, en la que se obliga a la naturaleza a que ejerza su influjo benefactor sobre el individuo, quiera o no, mejorando su salud y proporcionándole serenidad y paz mental a espuertas. En ella se estudia con todo lujo de detalles y esplendor de particularidades la mejor estructuración de las partes de una vivienda, incluyendo el cuarto de la plancha.

          La cocina parece ser que posee muchos julios de importancia energética, pues en ella se preparan los alimentos que mantienen la vida del que se los come (y de que los vende). Se recomienda que tenga algo de ventilación, espacio para moverse y control visual del mismo, por lo que no conviene que esté construida en forma de L ni de W, ni que haya un tresillo en medio.

 

UBICACIÓN

          La casa ideal fengshuiana se halla dividida en nueve cuadrantes (diez, si el perro tiene una caseta). El mejor emplazamiento para nuestra cocina es el lado oeste, no nos pregunten por qué, y se ha de procurar que no se vea desde la puerta principal, sobre todo si se están haciendo albóndigas con las manos sucias. Si se ve, entonces tenemos un problema y debemos mantener la puerta todo lo cerrada que la puerta se deje. Esto evita problemas de obesidad y psicológicos e impide que se escape el gato.

          Si podemos elegir, no debemos emplazar la cocina en el centro de la vivienda ni mucho menos en mitad del dormitorio. La puerta de la cocina no ha de estar enfrente de baños, escaleras ni zulos. Los fogones pueden coincidir con inodoros en habitaciones contiguas siempre y cuando no usemos nunca dichos inodoros y vayamos a casa de cualquier vecino a responder a las llamadas de nuestra madre (naturaleza).

 

ELEMENTOS

          En la cocina se combinan dos elementos: fuego y agua de fregar, y hay que equilibrar ambos para que tengan efectos positivos y no se muevan de sus sitios respectivos, lo que podría ocasionar inundaciones, incendios y sus subsiguientes gastos. El horno y los fogones nunca deben estar emplazados enfrente del frigorífico ni del fregadero, ni ser tampoco contiguos, lo cual es una dificultad extrema que parece que no se puede solucionar si no es prescindiendo del frigorífico y del fregadero, lo que nos obligará a tomar los refrescos calientes y en vasos sucios. El remedio que ofrece el feng-shui es comprarse un mueble cualquiera y ponerlo en medio para que haga de armonizador entre los dos elementos. Si esto no es posible, debe colocarse una cuchara o instrumento de madera entre ellos, procedimiento cuya efectividad está aún en fase de comprobación.

          Las mesas son muy auspiciosas en la cocina, pues fomentan la interacción humana y evitan que tengas que dejar el salero en el suelo. Sirven también para separar los elementos de agua y fuego y para sentarse a escribir en ellas la lista de la compra. Los fogones no deben hallarse bajo una ventana, caldera ni calentador de agua, ni tampoco encima, porque eso implica vulnerabilidad ante la energía negativa. Debemos procurar que estén siempre limpios y aseados, aunque tengamos que peinarlos y acicalarlos nosotros mismos.

          En contra de la costumbre y de la estética de las casas rurales, no son armónicas las ristras de cebollas o de ajos en las paredes. Tampoco deben colgarse cerca del fogón los cazos, las sartenes ni las zapatillas de deporte.

 

Simbolismo

          El frigorífico debe estar siempre bien surtido de alimentos que no se hayan comprado de oferta. Sustituye a la cochambrosa y sempiterna urna de arroz que tradicionalmente colocaban los chinos en la cocina para asegurarse de que no les faltara qué comer. Para evitar que el frío se escape, no debe abrirse la puerta jamás, aunque esto signifique olvidarse de los comestibles que contiene.

          El «feng-shui» insiste machaconamente en la colocación de superficies reflejantes detrás de los fogones que dupliquen virtualmente los fuegos y las comidas, ya que la abundancia, aunque sea virtual, es señal de prosperidad. Así podremos comprar la mitad de comida y hacernos la ilusión mientras cocinamos de que tenemos más alimentos de los que en realidad tenemos.

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