Participando en concursos

 


Presenté mi blog «Humoradas» al concurso de blogs de un conocido diario en un insensato afán de conseguir publicidad.

No es que pensara ganar en absoluto, entiéndanme. Ni siquiera acercarme a los primeros puestos. Soy consciente de los gustos de mis semejantes. Para empezar yo nunca he ganado nada en ningún sitio, ni me ha tocado nada en ningún sorteo ni lotería. Jamás. (Bien es verdad que lotería nunca compro. Pero no es que no me toque porque no compro, sino al revés: no compro porque sé que no me va a tocar.)

Y aunque una serie de circunstancias favorables y sospechosamente milagrosas hiciera que ganase, no estaría bien, porque conozco a media redacción de aquel diario y tengo allí magníficos amigos. Así es que, si hubiera ganado, no habría estado bien, porque hubiera podido parecer que había habido tongo y favoritismo. Y, como todo el mundo sabe, eso, en el mundo del periodismo, no existe.

En la sección de Blogs de Humor, «Humoradas» consiguió el grandioso total de dos votos (2), cifra mágica que me hizo auparme hasta el lugar 141º del escalafón. Vaya en primer lugar mi sincera gratitud hacia esos dos señores despistados que me eligieron a mí, desperdiciando miserablemente su voto. ¡Gracias, amigos! Seguro que ambos sois de esos idealistas que en los comicios nacionales votáis a los Verdes, que sería lo que todos tendríamos que hacer si sirviera para algo.

(La posición que ocupé en la categoría Blogs Personales creo que fue la 1.129º o así.)

Superado el trauma, sólo quedaba llevarse una alegría y disfrutar. ¡Con lo que a mí me gusta el humor! Si «Humoradas» no está mal, saber que había nada menos que la prometedora cifra de ciento cuarenta blogs de humor mejores era un panorama alentador. Ya me las prometía muy felices leyéndolos y riéndome a mandíbula batiente con sus ocurrencias, disfrutando con sus sutilezas y rasgos de ingenio, sorprendiéndome con sus hallazgos cómicos. Mi disposición de ánimo era la de un niño ante el escaparate de una pastelería bien surtida, un niño que le acabara de robar la cartera a una anciana descuidada y poseyera el suficiente dinero para entrar en la pastelería y degustar hasta la saciedad absolutamente todos los pasteles que quisiera.

Por ello empecé a leer los blogs.

Pero, ¡oh! ¡Mi gozo en un pozo!

El blog que iba en cabeza de todos estaba escrito sin mayúsculas de ninguna clase (¡qué original!), quizá para compensar que no decía nada especialmente interesante. No sólo no tenía mayúsculas, sino que tampoco tenía comas, sino que las substituía por puntos (en frases del estilo siguiente: «juanito. tras pensárselo mucho. salió de su casa. caminó hasta su oficina. y llegó en un santiamén.») Su tema principal era la afición a los videojuegos del hermano de la autora. Era un blog lleno de emoticones (esas caras tontas que ponemos cuando no sabemos encontrar el adjetivo adecuado), con lo que todo está ya dicho.

En cuanto a los blogs de humor, no había más que ver algunos de sus títulos para sobrecogerse ante el derroche de imaginación, creatividad e ingenio, por no hablar de elegancia y buen gusto: «El pito doble», «El blog de mierda», «La mierda ocurre», «Picapolla y chocholoco», «Fuckoswki», «Cago en tó», «Apesta a excrementos 2», «Achopijo», «Putosurf», «Toy folloso», «La güeb de Macías Pajas», «Más caga un buey que cien golondrinas», «porlaputa.com».

¿Cómo se me ocurrió competir antes estas joyas literarias, ante estos grandes creadores? Si había fracasado, lo tenía bien merecido.

2 comentarios:

Solracpilino dijo...

La calidad no siempre es premiada en vida del creador, como le pasó al gran Jardiel, pero no queda otra que seguir trabajando, al margen del mayor o menor éxito; un saludo muy amistoso,
Carlos

Enrique Gallud Jardiel dijo...

Muchas gracias por tus amables palabras.