Basilio Rodríguez Cañada: El forjador de palabras (The Wordsmith), (Trad. Rosemary Clark), Sial, Madrid, 2022, 242 págs.
Nos encontramos ante una esmeradísima antología de poemarios anteriores del autor, que nos dan claves para entender su poética y comprender al hombre que la ha diseñado. Esta obra bilingüe recoge las principales inquietudes estéticas de Rodríguez Cañada y nos lo muestra en su más genuina faceta de poeta vocacional.
En el prefacio ya nos habla Basilio de su pasión incondicional por la poesía y no lo hace solo con su discurso, sino también con su estilo, pues son unos párrafos de verdadera prosa poética en las que se muestra una loable voluntad de belleza. El ser humano es el animal simbólico que, llegado a un grado de civilización y refinamiento, disfruta y se complace con las sutilezas del pensamiento y del lenguaje.
Unas personas escriben poesías, pero en ocasiones otras se las inspiran. Se nos habla en este prólogo de Inés, que años ha imbuyó al autor un sentido poético que le acompaña durante toda su vida.
El poemario se halla dividido en cuatro partes. La primera, «El forjador de palabras», reflexiona en torno al fenómeno de la creación poética y las fuentes de inspiración, como hiciera antaño Jorge Guillén, pero con una perspectiva más directa y actual. Se nos habla aquí de cosas intangibles: humo, ausencias, atardeceres. El verso fluye directo y elegante a la vez, explicándonos en ocasiones la motivación poética: «Le escribí este poema / porque me lo pidieron sus ojos».
«Hijo de esta tierra» tiene un registro argumental más amplio, desde la añoranza de la tierra extremeña al eterno tema del amor. La tercera sección, «El viajero», insiste en el elemento de exotismo que es uno de los rasgos más reconocibles en la poesía de Basilio. Aquí hallamos odaliscas, abalorios, alusiones africanas, menciones al Oriente y al Caribe. El mundo, en su variedad, es una fuente de sugerencias visuales y estéticas, y el autor domina a la perfección la técnica de la evocación y conoce bien el poder de la connotación y de la sinestesia, recursos del modernismo que él actualiza. Se nota en estas composiciones un amor a lo diferente, a lo lejano, a la vez que un desencanto de este mundo nuestro hecho de plástico y cemento.
«Gracias a la vida» —tributo tácito a Violeta— cierra el poemario. Este es el lugar de las vivencias personales que constituyen —a decir de su autor— lo más importante de la vida del hombre: el nacimiento y crecimiento de los hijos, las relaciones humanas, el enfrentamiento con la muerte. Pero el optimismo ilumina estos versos con un vitalismo intenso. La existencia, con sus inevitables dolores, sigue siendo algo magnífico, un regalo que se nos hace. Como acertadamente indica la traductora de los textos, prologuista y encargada de la edición, el libro es «una celebración de la vida». Y ha sido el práctica de la literatura la que le ha proporcionado a Basilio esa alegría interior que se trasluce en sus versos.
En cuanto al estilo, es pertinente otro elogio: elegancia, concisión, claridad, sentido de la medida, acierto en la elección de vocablos, perfecto uso de los recursos retóricos... Hablaríamos de un neomodernismo, de un regreso a las esencias de la belleza.
El estudio inicial de Rosemary Clark, excelente, así como su traducción de los versos, una de las labores más difíciles de la escritura. Afortunadamente, ella es también una aventajada escritora y ha sabido conservar en su versión inglesa todas las virtudes literarias del original castellano.
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