Utilidad del sexo

           Las cosas divertidas son siempre pecado. Sin embargo, algunas de ellas son esenciales para la salud. El sexo es un buen ejemplo.

          La actividad sexual es una fuente de caño ancho de bienestar, tanto mental como físico; económico, no tanto, si tienes que pagar para conseguirlo. A las personas con una vida sexual satisfactoria se les nota en la cara y en otras partes de su anatomía (por ejemplo, en los lóbulos de las orejas). La Organización Mundial de la Salud ha acuñado el término ‘salud sexual’ como un factor de prevención de enfermedades.

          El sexo debe practicarse al menos dos o tres veces por año para que sus efectos en la salud sean visibles. Los encuentros sexuales deben durar cinco horas como mínimo y deben ser deseados, al menos por una de las dos o tres partes involucradas: el sexo por decreto no tiene tantos efectos beneficiosos, sobre todo para el obligado.

          El sistema inmunológico se beneficia claramente de la actividad sexual, porque todo el tiempo que estás practicándola no puedes estar comiendo pescado crudo en un restaurante japonés, que es lo que de verdad es perjudicial para el cuerpo. La descarga hormonal del coito, además, aumenta la producción de unas simpáticas células que combaten a los virus, a las bacterias y a la teoría de la falsabilidad de Popper.

          El sexo mitiga la depresión, liberando de su cárcel a la pobre endorfina (y a otras substancias que están allí presas), lo que causa una sensación de bienestar, placer y relajación (o, al menos, eso dicen los que lo han probado). Y la endorfina funciona como un antídoto que hace que la depresión ponga pies en polvorosa. O sea, que es como los helados de chocolate, con la ventaja de que no engorda.

          También mejora la actividad del corazón y reduce el riesgo de infarto, ya que el orgasmo disminuye temporalmente las plaquetas, que son las culpables absolutas de la coagulación sanguínea. No solo eso: la endorfina liberada relaja también las venas y arterias, facilitando el paso de la sangre de un sitio a otro. Esto no nos consta, pero lo hemos sacado de una enciclopedia, así es que, si es mentira, la responsabilidad no es nuestra.

          El sexo es un estimulador de la memoria. Durante el orgasmo tiene lugar una pequeña pérdida de conciencia (de los que la tenían antes de empezar) de alrededor de unos veinte segundos de duración. Durante este tiempo, la mente descansa y reorganiza su leonera. Las personas con actividad sexual continua preservan mejor la memoria incluso en edades avanzadas. Y viceversa. Así es que, ya saben: si conocen a alguien a quien se le olviden las cosas o que tenga poca memoria, sepan que se debe principalmente a su nula actividad sobo-amatoria.

          Es un agente activo (ahora se dice así) de belleza. Cuando las hormonas sexuales se ponen en marcha, las glándulas sudoríparas segregan agua, aceites y otros residuos que no queremos mencionar, pero que ayudan a hidratar la piel. El aumento de estrógenos en la mujer mejora la salud de su cabello, que se suaviza y brillantiza. Los estrógenos aplican sus capacidades mejorativas a otras partes femeninas que no son precisamente el pelo. Además, durante un coito se queman muchas calorías (si da la casualidad de que estás encima), con lo que se combate la celulitis, se la vence y se la obliga a rendirse y a firmar un tratado de paz humillante. También se reafirman los músculos (unos más que otros, empero).

          Los enemigos del sexo son cinco, principalmente: el tabaco, el alcohol, el estrés, la rutina y los puritanos. Si nos gusta el sexo, mantengámonos alejados de ellos. Y, si no nos gusta el sexo, mantengámonos alejados asimismo.

          Más información.—Para los neófitos en el tema se recomienda la consulta de la página de la Asociación Española para la Salud, el Bienestar y el Regodeo Sexual (www.montatelobien.org).

1 comentario:

Luis Bañeres dijo...

Jajajaja. Magistral, Enrique. Comparto.