Reseña de Reivindico la paz, de Sonia María Saavedra de Santiago

 


Sonia Saavedra de Santiago: Reivindico la paz, El desván de la memoria, Madrid, 2024, 904 págs.

           

 «Cuando seamos ceniza / nadie sabrá que hemos sufrido», nos dice un verso de este exquisito poemario. Pero todo tiene su contrapartida. «Non omnis moriar», dijo Horacio; no todo muere, hay una parte de nosotros que puede perdurar si nos decidimos a plasmarla en palabras: nuestra experiencia —que tenemos del deber de compartir a quien la quiera—, nuestras reflexiones y vivencias, nuestro mensaje.

          Eso hace la autora. Tiene la habilidad de soslayar la trampa del continuo intimismo en la que cae la mayoría de los poetas contemporáneos y nos habla de algo más universal, algo que concierne a toda la humanidad aunque sea el individuo aislado quien lo sienta: el afán de paz.

          Tres de los cuatro jinetes proverbiales se hayan presentes en estos versos: la enfermedad, la guerra y la muerte. Sobre ellos reflexiona Sonia con toda la elegancia de su expresión para que sus poemas se limiten a ser meramente el alegato antibelicista que resultan, sino también un logrado ejercicio demostrativa del tremendo poder de la palabra.

          Las composiciones se insertan deliberadamente en ese sutil espacio intermedio entre verso libre y prosa poética, que sirve para que podamos apreciar la belleza de la forma, pero que esta no nos distraiga en exceso del contenido, porque las cinco secciones del libro tocan temas intensos que pretenden (y logran) sacudir nuestra sensibilidad. No puede ser de otra forma, porque son aspectos reales, surgen de un dolor verdadero, físico y mental. Encontramos impactantes descripciones de la guerra, ese «infierno compartido», surgido muchas veces de nuestra torpeza humana a la hora de discernir lo importante: a veces «los ideales traen la confusión». Los poemas pretenden que en medio del confort de nuestro entorno no olvidemos la cruda verdad de que «cada segundo de vida es un segundo de muerte».

          Todo el contenido argumental, podríamos decir, de esta colección de poesías se dirige hacia ese afán de paz, hacia ese mundo idílico y quizá posible dominado por la palabra, por la música, por la belleza; hacia esa Arcadia donde, en contraposición con los estruendoso del conflicto, del enfrentamiento y del odio, las gentes respeten el silencio.

          Sonia Saavedra pone toda su sensibilidad al servicio de la paz, en este grito de protesta y este llamamiento a un mundo menos cruel, mediante textos claros y elegantes —pero no por ello menos intensos y efectivos—, con los que se nos hace vivir y apreciar lo que ella denomina «la intensidad de lo sencillo».

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