¿Cuál del Ganges marfil? - Luis de Góngora

Sobre EL FOLLÓN DEL FIN DEL MUNDO - Enrique Gallud Jardiel

Vincent van Gogh

 


Destriparé aquí la vida

de un señor que fue pintor

amateur o aficionado,

porque es que nunca cobró

por un cuadro ni un florín

(situación que le llevó

a una pobreza extremada

y poco colesterol,

pues sólo comía los lunes,

no poseía ni un perol,

ni jamás vio una chuleta

ni supo qué era el arroz).

 

El tipo del que les hablo

era don Vincent Van Gogh,

un hombre con mala suerte,

una figura contro-

vertida del diecinueve,

que en su vida no logró

ni vender una pintura

ni hacer una exposición.

(Miento: que a su hermano Theo

un cuadro le colocó

—por empeño de su madre—

que mostraba un girasol

de color verde aceituna

sobre un campo de algodón,

detrás de unos tulipanes

que crecían con fervor

en una playa del trópico

cercana a Sebastopol.)

 

¿Por qué no vendió más cuadros,

se preguntará el lector?

La razón es bien sencilla

y a dar la respuesta voy:

«Sus cuadros eran muy feos,

aunque se diga que no».

Bien es verdad que hoy se venden;

y que cuestan un pastón,

alcanzando en las subastas

un precio muy superior

que el de algunos calzoncillos

de alguna estrella de rock

(pero hay gente que está loca

y muy propensa a hacer ton-

terías cuando, de pronto,

deja su medicación).

 

Vincent madrugaba mucho

para ir a sacar carbón

en una mina asquerosa

y, un día, se suicidó;

no bebiéndose cianuro

ni leyendo a Hegel, no,

sino yéndose a un trigal

y allí pegándose con

gran indiferencia estoica

y certera precisión

entre el píloro y el bazo,

un tiro con un cañón.

(Este dato, que parece

que es una exageración,

lo he sacado de la «Wiki»,

no me lo he inventado yo.)

 

Luego hicieron una «peli»:

El loco del pelo ro-

jo, con Anthony Quinn

y Kirk Douglas, con guión

tomado de una novela:

Lust for Life, de Irving Stone;

dirigida por Vincente

Minnelli y que ganó...

Esperen: no gano nada.

Y es justo, porque era un ro-

llo de padre y señor mío,

una inmensa aburrición,

pero que tuvo la suerte

de gustar a los esnobs

lo que le valió a Vicente

subir su cotización.

Al tramontar del Sol - Luis de Góngora

Sobre COMEDIAS BARATAS CON POCOS PERSONAJES - Enrique Gallud Jardiel

¡Muera la literatura oprimida!

 


La escritura tradicional ya no mola. Desde hace tiempo está de capa caída. Hay que ponerse al día y yo, generosamente, doy la receta para puntuarla como es debido.

He empleado como base ejemplificante un fragmento del poema de Rubén Darío Cyrano en España. Helo aquí:

 

He aquí que Cyrano de Bergerac traspasa

de un salto el Pirineo. Cyrano está en su casa.

¿No es en España, acaso, la sangre, vino y fuego?

Al gran gascón saluda y abraza el gran manchego.

¿No se hacen en España los más bellos castillos?

Roxanas encarnaron con rosas los Murillos,

y la hoja toledana que aquí Quevedo empuña

conócenla los bravos cadetes de Gascuña.

 

Esto no es sino mala literatura, rígida, acartonada, encorsetada en falsos parámetros y normas. Hay que liberarla. Hay que despojarla de todo lo que la oprime. ¡Hagámoslo! ¡Ya!

Para empezar, el verso con rima, medida y ritmo se considera propio de antiguos hipopótamos de la literatura. Como nosotros no queremos que nos motejen de tales, eliminamos la forma versificada, prosaizamos e intentamos que cuele.

 

He aquí que Cyrano de Bergerac traspasa de un salto el Pirineo. Cyrano está en su casa. ¿No es en España, acaso, la sangre, vino y fuego? Al gran gascón saluda y abraza el gran manchego. ¿No se hacen en España los más bellos castillos? Roxanas encarnaron con rosas los Murillos, y la hoja toledana que aquí Quevedo empuña conócenla los bravos cadetes de Gascuña.

 

El siguiente paso es la eliminación de mayúsculas, preconizada —entre otros— por la austriaca Elfriede, ganadora del Nobel del 2004. Así que, convencidos de que las mayúsculas no son sino restos putrefactos de un pasado lingüístico que todos queremos olvidar cuanto antes, las hacemos limpiamente desaparecer.

 

he aquí que cyrano de bergerac traspasa de un salto el pirineo. cyrano está en su casa. ¿no es en españa, acaso, la sangre, vino y fuego? al gran gascón saluda y abraza el gran manchego. ¿no se hacen en españa los más bellos castillos? roxanas encarnaron con rosas los murillos, y la hoja toledana que aquí quevedo empuña conócenla los bravos cadetes de gascuña.

 

Si no nos sentimos aún lo bastante modernos, suprimimos la puntuación y los acentos, imitando al genial Guillaume Appollinaire, y así parece nuestro poema mucho mejor que el último capítulo del Ulises, de James Joice.

 

he aqui que cyrano de bergerac traspasa de un salto el pirineo cyrano esta en su casa no es en españa acaso la sangre vino y fuego al gran gascon saluda y abraza el gran manchego no se hacen en españa los mas bellos castillos roxanas encarnaron con rosas los murillos y la hoja toledana que aqui quevedo empuña conocenla los bravos cadetes de gascuña

 

Lo que pasa es que la gente que hace eso se dedica a un «quiero y no puedo» de la literatura: les falta valor. Yo, que no soy nada cobardica, propongo suprimir también los espacios entre palabras. ¡Más original todavía!

 

heaquiquecyranodebergeractraspasadeunsaltoelpirineocyranoestaensucasanoesenespañaacasolasangrevinoyfuegoalgrangasconsaludayabrazaelgranmanchegonosehacenenespañalosmasbelloscastillosroxanasencarnaronconrosaslosmurillosylahojatoledanaqueaquiquevedoempuñaconocenlalosbravoscadetesdegascuña

 

(Ya no se me ocurre de qué más prescindir.)

¡Ah, bueno! Todavía se puede quitar otra cosa.

¡¡¡¡Las letras!!!

Ahora el poema queda así:

 

 

 

 

 

 

 

 

(¿No es mucho más bonito y hasta minimalista?)


Don Carlos

 


Don Carlos (Don Carlo, 1867)

Giuseppe Verdi

 

Esta es una ópera basada en la leyenda negra española. El argumento se coge de la obra homónima de Schiller, en la que el malvado rey Felipe II mataba a su hijo Carlos por un quítame allá estas pajas. En la realidad, el muchacho estaba más loco que una cabra y se le tuvo que recluir. Pero las óperas románticas necesitan héroes y aquí don Carlos es el prototipo del príncipe perfecto. Considerando que su padre le roba la novia, ya tenemos motivos suficientes para que el tenor lloré con amargura en varias arias.

Muchos han creído aprender historia de España viendo esta ópera. Pero si les decimos que uno de los episodios que se presentan consiste en que el príncipe español, impaciente por conocer a su prometida, se disfraza de paje del embajador y se marcha a Francia (país con el que estaban en guerra) para verla en la intimidad, se harán ustedes idea de la fidelidad histórica del argumento.

El tremebundismo no falta, en forma de un rey malvado, de un Gran Inquisidor, de complots contrareformistas, injusticias y torturas (y no nos estamos refiriendo a las cuatro horas largas que dura la pieza).