Ciclismo y yoga

 


 

          Hablaremos hoy del Dvichakra sûtra, el famoso tratado sánscrito para aprender a montar en bicicleta.

Etimología. El término indoeuropeo dvi- ejerce en sánscrito la función del prefijo bi-. Chakra, ‘rueda’, ‘disco’, es un vocablo que se emplea de forma generalizada incluso en las lenguas sanscríticas modernas. Sûtra significa ‘cordel’ y hace alusión al bramante con que se ataban las hojas sobre las que antiguamente se escribía.

Autoría. Este libro se atribuye al sabio Bhâryâcharyâ. Âcharyâ es voz sánscrita que significa ‘maestro’. Bhârî, aunque nombre propio, viene a significar ‘pelmazo’, por lo que no sabemos si se trata en realidad de un nombre de pila o de un sobrenombre por el que le conocían los alumnos.

          Los estudiosos de la época védica sugieren que no se refiere a una sola persona, sino que es posible que fuera un compilador de obras anteriores. algo así como un Homero del antiguo Indostán. O sea, quizá varios maestros sucesivos recibieron el mismo apelativo de sus alumnos. O se trataba de una sociedad en comandita o de un primitivo samiti o comité.

          El caso es que hay obras atribuidas al mismo autor: el Chânâpakava Shâstra [Arte de cocinar los garbanzos], el Ardhanârîshrîngaralîlâ [Maquillaje para indogays] y el Râjnaitikasatya Samhitâ [Colección de mentiras para uso de políticos]. Afortunadamente, todas estas obras se han perdido.

Historia. Parece ser que Alejandro de Macedonia, tras derrotar al rey hindú Porus, se trajo de la India este tratado junto con el bacilo del dengue. Lo mandó traducir al griego. Hay una mención al Bicikletakos morronikoi [Caidas ciclistas] en un códice medieval, aunque el libro no se conserva. Sí existe aún una rendición al árabe, con el título de Itar-e-bisikalita [El perfume de la bicicleta], de Amjad al-Khureimi (del siglo x), con bellas ilustraciones, que se puede admirar en el Museo de la Biblioteca de El Cairo (Entrada 20 piastras. Con cámara de vídeo, 28 piastras).

          Contenido. La idea general es que la habilidad para el bicicleteo es un don de los dioses; no pueden conseguirlo los mortales sin méritos. Únicamente un karma estupendo (esto es: el fruto positivo de acciones pasadas) permite al hombre dominar esta difícil técnica.

          Es conocido el caso del asceta y yogi Mahâreta, quien meditó durante novecientos años y logró que el dios Vishnu se le apareciera y se ofreciera otorgarle el don que quisiera.

          Mahâreta pidió la habilidad ciclística y Vishnu se le concedió. Pero la primera vez que montó en el complicado artefacto, el asceta se pegó un tortazo indostaní, se partió un chakra y acabó con las rodillas despellejadas.

          Invocó de nuevo al divino Vishnu para reprocharle y el dios, con la amabilidad que le caracteriza, le explicó que novecientos años no eran suficientes. Si hubiese efectuado penitencias durante al menos mil, su pericia al manillar no hubiera tenido igual en los tres mundos. Mahâreta aprendió la lección espiritual, renunció a las vanidades ciclísticas y alcanzó allí mismo la liberación (moksha).

 

 

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