Diserto hoy (¡huy, qué pedante me he
vuelto...! O quizá lo he sido siempre) sobre mesas redondas en congresos. No sé
si mis apreciaciones serán de utilidad. ¡Que Apolo me guíe!
1.- En muchas mesas redondas no hay
mesa que valga. Esto, que parece un dato intrascendente, es importantísimo si
te llevas papeles con un esquema de lo que quieres decir. No tendrás dónde
apoyarlos y los sostendrás en la mano, creando una impresión pésima. Así es que
procura siempre memorizar los puntos que quieras mencionar o te verás en un
serio apuro.
2.- Aunque debieran ser coloquios, las
mesas redondas no suelen serlo, sino que se convierten en una sucesión de
miniconferencias a cual más pedante. Esto se debe a varios factores. El más
frecuente es que para un curso de verano (pongamos por ejemplo) haya compromiso
con veinte personas y sólo se admitan siete conferenciantes. ¿Qué hacer con el
resto? Meterlos en mesas redondas. Todos se ofenden, porque esto les convierte
en conferenciantes de segunda, pero aceptan por el dinero y por si otro año les
ascienden a conferenciantes a tiempo completo. Así es que compactan en quince
minutos aquello de lo que pensaban hablar una hora y dan su conferencia manque
le pese al personal.
3.- Por ello, el que habla el primero,
gana la partida, por dos razones. De cara a los otros mesaredondistas, porque
toca todos los puntos tocables y chafa lo que los otros pensaban decir. Y de
cara al público, porque le aburren tanto que éste ya no tiene interés en escuchar
a los que hablan luego y sólo se acuerdan del primero. Así es que hay que
procurar que nos pongan los primeros. ¿Cómo hacerlo? Si hay sillas, siéntate en
un extremo antes de que te digan dónde has de sentarte. Serás el primero o el
último y tendrás un 50% de posibilidades de empezar. Sobornar a los organizadores
también funciona.
4.- Recuerda que el moderador de una
mesa redonda es cargo que sólo se da a presumidos redomados, por lo que
intentará siempre restar protagonismo a los otros. En cuanto vea que alguien
dice algo interesante, con ideas claras, o que lo enuncia con entusiasmo o
vehemencia, cortará por lo sano y pasará a otro tema, por lo que es inútil
intentar participar en una mesa para decir algo útil. Sólo se participa por el
dinero y para ponerlo en el currículo. Esto es algo que todo el mundo sabe
dentro del círculo de los elegidos.
5.- Las mesas redondas enfadan
inconscientemente al público. Si la envidia al vecino hace difícil que
aceptemos que hay un conferenciante especialista en un tema, mucho más difícil
es aceptar que hay varios (y que nosotros no estamos en ese grupo). Por ello
nadie toma por especialistas a los que participan y hacen poco caso de lo que
dicen. ¿Por qué, entonces, asiste la gente a estos actos? No tengo la más
mínima idea de por qué lo hace?
6.- Pregúntate por qué te han invitado
a ti. Si eres la única mujer en un grupo de hombres, ésa puede ser la razón. O
viceversa. No te hagas muchas ilusiones sobre la importancia que se te otorgue
y llévate un currículo resumido para que no te presenten mal. (Esto es aquí más
frecuente que en una conferencia regular.)
7.- Entre muchos, hay que destacar.
Procura vestir distinto, etc. Si al llegar ves que todos llevan corbata,
quítate la tuya. Si no llevan, vete al cuarto de baño, saca una del bolsillo y
póntela. Si eres mujer, suéltate el pelo y rentabiliza tu escote. Esto es
triste, pero el público (o las cámaras) te dedicarán más atención de este modo.
8.- Nunca te enfades. Sonríe siempre.
Indica de esta forma que estás muy por encima de las majaderías que dicen los
otros. No conviene pelearse, porque la gente a la que refutes en público serán
tus peores y más duraderos enemigos. Te lo dice la voz de la experiencia.
9.- Nadie se acuerda nunca de las
mesas redondas, así es que puedes incluirla falazmente en tu currículo como si
fuera una conferencia impartida únicamente por ti. Las posibilidades de que
alguien coteje datos y te descubra son computables a cero.
10.- No invites a amigos ni familiares
a oírte. Es muy posible que te dejen hablar poco y que ese poco no sea muy
lucido. Así es que no te sirven para presumir. Por ello, nunca digas a nadie
que vas a participar en una mesa redonda. Di que tienes que «hablar en
público». Eso farda más.
11.- Y, cómo último consejo recuerda
que nadie quiere aprender nada de estas actividades. Quien de verdad desea
aprender algo sobre algún tema, recurre a los libros, no a conferencias. Así es
que lo que has de hacer es ser simpático y que te recuerden como alguien
agradable de escuchar. La máxima es: «Todas las apariciones públicas (incluidas
las aparentemente académicas) son espectáculo. No hay que aburrir y se deben
ensayar de antemano para asegurarse el éxito.»
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