HUMORADAS
de
Enrique Gallud Jardiel
de
Enrique Gallud Jardiel
LA LITERATURA PARA EL PLACER. EL ATAQUE A LOS MAJADEROS. LA SÁTIRA DEL MUNDO.
Elvis Presley
Historia de un derviche
Hoy va de neologismos
Propongo la difusión de unas palabras tan imprescindibles que no entiendo cómo nos hemos pasado sin ellas hasta ahora
Dicen que el castellano es un idioma muy rico. ¡Que va! Faltan muchas palabras para muchos conceptos.
Aseguran que en árabe hay cientos de vocablos para significar «amor». Y
en sánscrito ya, ¡ni te cuento! Existen términos para expresar:
— tristeza;
— tristeza por la ausencia de la amada;
— tristeza por la ausencia de la amada desde hace varias semanas;
— tristeza por la ausencia de la amada desde hace varias semanas porque nos ha abandonado para siempre;
—
tristeza por la ausencia de la amada desde hace varias semanas porque
nos ha abandonado para siempre para largarse con un amigo nuestro;
—
tristeza por la ausencia de la amada desde hace varias semanas porque
nos ha abandonado para siempre para largarse con un amigo nuestro alto y
rubio; y
— tristeza por la ausencia de la amada desde hace
varias semanas porque nos ha abandonado para siempre para largarse con
un amigo nuestro alto y rubio y que, además, nos debe dinero.
Todos esos matices existen en sánscrito.
¡Eso es un idioma y lo demás son gaitas!
En vista de lo cual, y para evitar que el castellano siga haciendo un
ridículo mayúsculo en la familia de las lenguas indo-europeas, voy a ir
creando unos cuantos neologismos para paliar esa pobreza congénita de
nuestro idioma.
Se me han ocurrido los siguientes. A ver qué les parecen a ustedes:
ELVISOLOGÍA. Una ciencia que sigue siendo muy popular.
ICTIOLECTO. Porque se ha constatado que los peces hablan.
HERVÍFOBO. Todos los niños odian las verduras y esto debe tener su vocablo.
TALASONAUTA. Más bonito que ‘marinero’, ¿no?
ZAFONIANO. Dícese de los seguidores y admiradores de Ruiz Zafón. ¡Ya son ganas, pero hay gente para todo!
BOSNIA-HERTZEGOVINESCO. Un gentilicio que estaba ya haciendo mucha falta.
MUCÓFAGO. Cuando estamos solos. (¡Qué gorrinada!)
ANTROPOFILIA. Bonito término para la ‘gayez’ erudita.
OVALGIA. Palabra útil para cuando nos dan un pelotazo jugando al fútbol.
GINEOCRACIA. El gobierno de las mujeres, como en Lisístratra, de Aristófanes, pero total.
ESTULTÓMETRO. Para medir a nuestros semejantes y saber a qué atenernos.
MELOPATÍA. ¡El heavy metal!
AUTOONFALOVISIÓN. «Mirarse el ombligo», en culto.
NECRÓGRAFO. Esos que fotografían a los muertos en las series de policías.
ESFINTEROMANCIA. (Renunciamos a describir cómo funciona este arte adivinatorio.)
TUBERCULOADIPÓFAGO. Para designar a los alemanes, por ejemplo.
GEÓFILO. Los de «Greenpeace».
CUATRICICLETA. Para que no se caigan los niños que aprenden a montar.
ESTULTOCRACIA. ¿Para qué poner ejemplos, verdad?
NICTATHLÓN. Palabra que define el salir de marcha por la noche y andar mucho.
CONTRACTOCULOFÍLICO. Que le gusta guiñar el ojo.
MULTICIDA. Un asesino al que le cunde.
NULIVALENTE. Esas personas que no sirven para nada.
ANALEFATO. Todos aquellos que no saben escribir en árabe.
MARICULTOR. No piensen nada feo. Se trata de una persona dedicada a la crianza de animales marinos con fines comerciales.
ORTHOTERMOOVOLOGÍA. Vocablo utilísimo que designa al arte de que te salgan bien los huevos fritos.
(QUERIDOS
LECTORES: SI QUIEREN PONER AQUÍ SUS PROPIAS ESTOLIDECES, LAS IREMOS
PUBLICITANDO, A VER SI HAY SUERTE Y LLEGAN A LA ACADEMIA.)
Libros de texto
En el país hay colegios, en los colegios hay las asignaturas, en las asignaturas hay libros de texto y en los libros de texto hay errores, muchos errores, graves errores. Generalmente, los padres no nos dan cuenta, por lo que no nos sienten estafados por el producto que compran. Sí, en cambio procuras que la bolsa de patatas que se llevan de la tienda no tenga ninguna estropeada y que no se haya pasado la fecha de caducidad del yogur. De suceder esto, la democracia nos ha enseñado a devolver el producto en el plazo de quince días, previa presentación del tíquet de compra.
Lo que quiero decir ahora es que algunas grandes eminencias académicas que se dedican a la confección de libros de texto, también deberían pasar algún tipo de control de calidad, como los salchichones y las butifarras. Para no aburrir abundando en detalles contaré un caso al azar de los que he hallado en uno de dichos libros (y no muy antiguo). Ustedes juzgarán.
En un texto de Ciencias Sociales de una famosa editorial cuyo nombre misericordiosamente no diré (¿qué más da, verdad, si el monopolio lo tienen dos o tres y todos sabemos a quién nos referimos?) se dice con todo descaro que en el siglo xv el navegante portugués Vasco da Gama rodeó África, doblando el cabo de Buena Esperanza, y llegó al puerto de Calcuta, en la India, hecho éste de inmensa importancia histórica por lo que significó más tarde, patatín, patatán, etc.
Pero resulta que el bueno de Vasco da Gama no llegó a Calcuta ni por el forro. Vamos: de hecho, no se acercó ni un poquito.
Donde llegó Vasco fue a Calicut, otra ciudad también importantísima en la costa india y que, si hemos de creer a sus habitantes, no es la misma que Calcuta. De hecho entre Calicut y Calcuta hay la friolera de dos mil kilómetros de distancia, palmo arriba palmo abajo. Sí, señores: han leído bien: 2.000 kms. Ambas ciudades están bañadas por mares diferentes, sus habitantes son radicalmente diferentes, juegan juegos diferentes, hablan idiomas diferentes y seguramente hasta votan a partidos diferentes. Les aseguro a ustedes que no dan ni remotamente pie a que se les confunda.
Me dirán ustedes: pero acaso esa Calicut es un pueblo pequeño, una aldea de pescadores de nombre parecido que ha podido dar lugar a la confusión... Tampoco vale, porque Calicut tiene unos dos millones de habitantes y era conocida por su comercio de especias en Occidente bastante antes de que se fundasen París, Londres o Villanueva y la Geltrú.
O sea, que Vasco de Gama sí sabía por dónde iba, a diferencia de los autores del texto en cuestión, que no saben por dónde van.
Pero, no se vayan ustedes, que hay más. La desfachatez es inagotable. El capítulo donde pasa todo esto incluye un mapa, que es mucho más divertido todavía. Como el portugués llegó a la costa occidental de la península india y eso si es algo sabido, los autores han trasladado la ciudad de Calcuta hasta esa costa y han pintado el puntito de la ciudad en la costa oeste, en un mar distinto, fuera de su sitio, tan ricamente. O sea, que no les hablo meramente de la confusión de un nombre —por grave que ello pueda ser— sino del traslado de una metrópoli de ocho millones de habitantes y que fue durante dos siglos la capital del país, dos mil kilómetros hacia el sudoeste. ¡Ahí es nada!
Pero como a fin de cuentas no es más que una ciudad del Tercer Mundo, ¿verdá, usté? —se habrán dicho los autores—, ¡qué más da! Si todos sabemos que, además, los niños de hoy en día no estudian nada. ¿Para qué molestarse?
Otra cosa muy distinta sería si el error hubiese ocurrido en Occidente, con dos ciudades de nombre parecido, y se leyesen frases como éstas: «Londres es la capital del Reino Unido de Gran Bretaña y norte de Islandia», «El campeón de liga este año ha sido el Fútbol Club Badalona», «Miles de turistas en las fallas de Palencia», «El País Vasco comprende las provincias de Vizcaya, Guipúzcoa y Alabama» o cosas por el estilo.
¿Y si trasladamos a placer cualquier lugar dos mil kilómetros arriba o abajo? Entonces podría salir lo siguiente: «Los peregrinos se han trasladado a Frankfurt para hacer, como cada año, el camino del Rocío», «Los efectivos de la OTAN han bombardeado esta noche la localidad de Talavera de la Reina», «Altos dignatarios han visitado hoy al Presidente de los EE.UU. en la Casa Blanca, Santiago de Cuba», «Con motivo del 7 de julio, festividad de San Fermín, la ciudad de Estocolmo se prepara para su tradicional encierro».
Ameno, ¿no es así?
Señores: hay errores y errores. Y les aseguro que éste que he tomado como botón de muestra no es el único, ni siquiera uno entre pocos. Ahora bien, pasemos a hablar de responsabilidades. La autoría del libro en cuestión corresponde nada menos que a cuatro señores. ¡Vivan los comités! Porque —dicen los anti-individualistas— un hombre trabajando en solitario, puede ayudarse de una botella de anís del Mono y escribir muchas tonterías; pero eso, funcionando en equipo, no sucede. En este caso, ha sucedido. Los nombres de los cuatro tampoco los diré (¡más misericordia!) porque con su vergüenza ya deben de tener bastante. Pero sí mencionaré que son Catedráticos de Historia de una prestigiosa universidad española. ¿Y en qué consiste el ser Catedrático? Se supone que en saber más que los demás. Y sólo a cambio de esto se libran de impartir sus clases (pues siempre les sustituye un adjunto), tienen grandes vacaciones a las que van invitados por otras instituciones (en esto no les sustituye el adjunto), todo el respeto social posible en este país y —aunque ellos puedan decir lo contrario— ventajas fiscales, créanme.
Todo ello para acabar cambiando de sitio ciudades en el mapa.
Coincidirán ustedes conmigo en afirmar que lo anteriormente expuesto es verdaderamente lamentable. Y en que hay que hacer algo al respecto. Afortunadamente yo he analizado el problema y creo tener la solución.
Lo primero que salta a la vista es que —pese a lo que pudiera parecer— los autores no deben de tener todas esas ventajas que se les suponen y no ganan bastante para comprarse un atlas. Además, probablemente estos autores de libros de texto cobren tan poco dinero de la editorial que se vean obligados a hacer horas extras de mensajeros o trabajando para Telepizza o el Pollo Veloz, para así poder mantener a sus familias. De seguro viven en condiciones de gran precariedad, rayana en la miseria y, ¡claro!, así ¿quién va a tener tiempo de documentarse para escribir nada? Deben de importarles tres pimientos el de Gama, la Buena Esperanza, Calcuta y su fundador. También creo que las editoriales de libros de texto no deben cubrir gastos.
Así es que yo decido cortar por lo sano y propongo drásticamente que se suban los precios de los libros de texto (que como todos ustedes no ignoran son ridículamente baratos), para que así las editoriales puedan pagar mejor a estos paupérrimos señores y ellos puedan dejar el pluriempleo y dedicarse a redactar mejores libros para nuestros niños sin que la debilidad causada por el hambre haga que tiemblen sus estilográficas a la hora de redactarlos.
Desde aquí os exhorto, ¡oh, ciudadanos!, a que os manifestéis libremente por las calles y ante las instituciones que corresponda para que se haga justicia a esta sufrida clase social de los autores de libros de texto y para que se subvencionen a esas grandes editoriales.
No seas casposo
Nada más
desagradable que esa caspa que no siempre podemos evitar. Hay muchas variedades
de champú que dicen que la combaten, pero yo te recomiendo que no te hagas
ilusiones y no malgastes tu dinero.
La caspa no son sino células muertas que caen del cuero cabelludo por no estar bien agarradas. Es un proceso que nos afecta a todos en mayor o menor medida y que puede ser más grave según el estado general de nuestra salud y cómo seamos de cabezones.
Remedios probados:
Aceites
La terapia con aceites es un método muy efectivo de combatir la caspa. Hay que masajear la cabeza con aceite caliente antes de acostarse, al levantarse, después de desayunar, en el trabajo, antes de comer, después de comer y antes de la siesta, mientras dormimos la siesta, al levantarnos, a media tarde y luego dos veces o tres más por la noche. Unas treinta y cinco veces al día serán suficientes, si el bolsillo aguanta el gasto de aceite.
Sombrero
Cómprate un bombín y adhiérelo a tu cabeza con cola de contacto. Convence a todas tus amigas de que es la última moda. Si el material es bueno te durará pegado unos 3 ó 4 años. Cuando se desgaste y rompa, repite la operación.
Ropa adecuada
Vistiendo únicamente ropa blanca hasta el día en que te mueras, conseguirás que la caspa de tus hombros no se note casi nada.
Tinte
Tíñete el pelo a diario con un color a tu gusto, para evitar que se te empiecen a ver las raíces. No dejes de hacerlo ni un solo día, pase lo que pase.
Navaja
Aféitate la cabeza y di que tienes el tifus. Esta solución tiene el inconveniente de que sólo sirve para unas semanas.
Soplete
Con un soplete de oxiacetileno quémate el cuero cabelludo lo suficiente como para asegurarte de que no te crecerá el pelo en esa zona. Luego, préndele fuego a tu casa para justificar el accidente.
Cambio de trabajo
Hazte socorrista de piscina y trabaja veinticuatro horas diarias, siete días a la semana y 365 al año (366 los bisiestos). Como el gorro de baño es obligatorio siempre tendrás justificación para tener la cabeza tapada.
Cambio de aires
Puedes irte a vivir a Finlandia. Allí la gente, por lo general, se lava poco y todo el mundo sufre el mismo problema, por lo que te sentirás muy integrado y nadie te considerará guarro
Cambio de aires más lejano
Establece tu domicilio en Siberia y estate siempre a la intemperie para que parezca que te ha nevado encima del pelo.
Aislamiento
No salgas de tu casa en todo lo que te queda de vida.
Conversión
Puedes apuntarte a cualquier secta rara que te obligue a llevar turbante o cucurucho en la cabeza. En California hay varias de ésas. Con este procedimiento la caspa no caerá sobre tus hombros.
Arena
Si vas a todas partes provisto de un saco de arena y echas continuamente puñados de la susodicha arena a los ojos de todas las personas que se te acerquen, ninguna notará que tienes caspa.
La inversión literaria