Manuel Fernández Labrada: Gradus ad Parnassum, Ápeiron Ediciones, Madrid, 2025, 258 págs.
Este es un libro magnífico con una importante limitación (‘handicap’ escribirían muchos de esos literatos que aman otras lenguas más que la propia): está dirigido a personas inteligentes, apreciativas, generosas, deseosas de aprender y apasionadas por la literatura, Si tú no eres de esas, no te va a gustar. Si lo eres, guardarás con celo este libro y lo releerás y consultarás incesantemente durante años hasta que se desencuaderne (y entonces necesitarás hacerte con otro ejemplar). Detallaré mi afirmación.
La condición de inteligente cae por su peso. Antaño algunos tontos leían para no parecerlo, por esnobismo; hoy ya ni siquiera es así. Se ha de ser apreciativo del trabajo ajeno para no envidiar el tremendo nivel cultural que el libro muestra. Se ha de ser generoso para que te interese, pues va dirigido a escritores que quieren sinceramente aprender cómo escribir mejor para que su producción literaria genere el mayor placer intelectual y estético a los futuros lectores, y tomarse ese trabajo es generosidad, habida cuenta de cuántos vanidosos creen que pueden dedicarse a un oficio sin tomarse la molestia de aprenderlo. En cuanto a la verdadera pasión por la literatura se precisa para asimilar con atención y la necesaria parsimonia este excelente manual cargado de culturalismos, exhaustivo en sus temas, profundo en sus análisis y completo en sus consejos, cuando la tónica del día es la superficialidad en el aprendizaje, los cursillos de fin de semana (si no de horas) y la moda de los tips cuando se quiere aprender algo sin esfuerzo.
Esta escalera al Parnaso a la que se alude comprende dos nociones: la de Parnaso en sí, es decir, la noción de la calidad, de la excelencia, de que no todo vale, sino que hay en cada actividad algunos individuos que con su talento alcanzan alturas negadas a otros, y de la que tales alturas se consiguen con el esfuerzo de subir escalones, con una mejora gradual (nunca mejor dicho) y continua, mediante la superación de innumerables dificultades técnicas. Este libro indica cómo subir muchos de dichos peldaños.
En el prólogo —firmado por «El pobrecito escribidor», pero cuyo estilo delata completamente al autor (que, por cierto, lo tilda de «excelente» con toda impunidad)— se menciona «la muchedumbre de magníficos autores que [hoy] hacen carrera en nuestro país», para indicar que el oficio de las letras se ha hecho más difícil que antes debido a la competencia. Creemos sinceramente que esto no es sino ironía, cuando no una mentira destinada a azuzar e incentivar a los futuros literatos a perfeccionar su arte, ya que les va a hacer falta. Como fuere, el libro incluye muchos consejos utilísimos (una redundancia, porque los que no lo son ni siquiera merecen ese nombre) que no recordamos haber leído en ninguno de todos esos manuales de escritura que tanto abundan, lo que ya es suficiente razón para devorar el libro, porque es de necios no aprovechar la experiencia de los que saben más que tú, sean estos pocos o muchos.
Y el autor sabe muy bien de lo que habla. Lo podemos comprobar mediante una ojeada perspicaz a su bibliografía, inserta en el libro no para abultarlo (como en otros casos), sino para darle al lector garantía de la solvencia en opinión y maestría de Labrada. Títulos como De novel a Nobel en treinta sencillas lecciones, El arte de reseñar sin leer o Cómo migrar de autor de best seller a escritor de culto sin perder a los lectores por el camino demuestran fehacientemente el profundo conocimiento del autor no solo de cómo se ha de escribir un libro, sino también de qué diantres hay que hacer con él, una vez escrito, para que migre al proceloso mundo editorial. Lo que incluye el volumen no se podría haber escrito sin una muy dilatada y profunda experiencia en el campo. Los títulos, además, indican ya lo acertado del acercamiento del autor al tema mediante su tono humorístico. En efecto, para desvincularse de toda posible acusación de plúmbeo academicismo y para dar más amenidad a lo que, en definitiva, es un tratado importante, Labrada emplea el humor, esa palanca mágica que puede mover tanto peso. ¿Ejemplos, aparte del simpatiquísimo y desenfadado estilo de redacción? Pues, sin ir más lejos, tres valiosos consejos que nos ofrece para promocionarnos en las redes sociales, a saber: a) ten una mascota (los amantes de los gatos, de los perros o de los caimanes —lo que tengas— te leerán con más facilidad y benevolencia); b) toma una postura política clara (media España te querrá solo por eso, aunque te odie la otra media, pero no se puede contentar a todos), y c) échate en tu vejez una novia joven, guapa, maciza y partidaria acérrima de los grandes escotes, para salir con ella en todas las fotos de sociedad y airear de nuevo tu nombre.
Hablando del contenido y aparte de los capítulos de los que ahora mencionaremos unos cuantos, el libro tiene por doquier referencias literarias que nos descubrirán nuevos tesoros si no las conocíamos y nos provocarán agradables recuerdos en el caso de que sí las conociéramos, profusión de anécdotas curiosas e ilustrativas que pueden servirnos de ejemplo (y aun de inspiración), multitud de datos curiosos sobre el mundo del libro, citas originales diríamos que «coleccionables» por su calidad y, sobre todo, detalles, muchos detalles, que, de cualquier cosa que se nos cuente, son siempre alimento para la imaginación.
La sucesión de capítulos es cronológica y comprende desde los primeros apuntes juveniles en una libreta al momento en que te jubilas y alguien (sin otra cosa mejor que hacer con su tiempo) escribe tu biografía. Este camino se parangona en los epígrafes de los capítulos con el camino recorrido por Dante y su compadre Virgilio, subiendo y bajando a cielos e infiernos sin perder el aliento. En estas secciones el autor se ocupa de los primeros escritos, de cómo completar un texto con dedicatorias y etc., de cómo corregir pruebas, de a quién pedir o no pedir prólogos, de cómo no aburrir al público en las presentaciones y ferias del libro, de cómo marketinguetear tu producto una vez finalizado y de cien cosas más (no decimos de mil, porque sería exageración, pero cien o más de cien es un número verídico de los consejos que se incluyen).
Nos ha gustado especialmente una gran colección de aforismos originales que sobre escritura aparecen al final de las cuatro grandes secciones del libro, cuyos metafóricos títulos merece la pena especificar. «Bosques y praderas» proporciona la leña para construir la cabaña, es decir: las herramientas necesarias para empezar a hacer algo medianamente digno. «Aristas y escarpaduras» cuenta las dificultades de la edición. «Glaciares y neveros» habla del helado desamparo que puedes sufrir a la hora de promocionar tu libro. Finalmente, «En la cumbre» trata de cómo mantener con dignidad tu status de escritor consagrado si has logrado serlo.
El libro cierra con cinco anexos tan heterodoxos como innovadores. Te enseñan cómo elaborar un adecuado currículo de escritor (no de empleado vulgar y corriente), te ponen en guarda ante los contratiempos habituales (divertida sección que te ayuda a prever lo peor y prepararte para esas contingencias que, por improbables que sean, acaban indefectiblemente sucediendo), te incluyen una antología de textos metaliterarios de grandes autores (que te enseñan más en su brevedad que otros muchos libros juntos), te proporcionan un genial modelo de entrevista para que salgas triunfante de ellas cuando te las hagan y te da una relación de grandes autores olvidados (verdaderos, ficticios o de las dos categorías, ¿qué más da?), que te servirá de seguro para consolarte en caso de fracaso y para recordarte que eres mortal y que la Fortuna existe, y que tu calidad es condición necesaria pero no necesariamente suficiente para el éxito.
En fin: un libro pertinente, necesario, completo, oportuno, útil, divertido y bien escrito. Querer algo mejor sería ya pedir gollerías.
No hay comentarios:
Publicar un comentario