Poco y
erróneo se ha dicho sobre la inmensa galería de personajes que pueblan esa cosa
imprecisa que es la literatura universal. Se impone un destripamiento objetivo
de toda la galería de personajes literarios, aunque empezaremos por unos pocos,
para no cansarnos
Raskolnikov, de Crimen y castigo
fue un cobardica, que se entregó por miedo a que le cogieran. Mató a hachazos a
la anciana usurera (¡Hala! ¡Bruto!) y luego hizo todo lo posible para que le
apresaran. Como la policía rusa era mala, tardaron quinientas páginas en
hacerlo.
D’Artagnan era tan tímido que se sumó
a los tres mosqueteros y les siguieron llamando «los tres mosqueteros».
A Cyrano de Bergerac le olía el
aliento, pero nadie se enteró nunca.
Phileas Fogg acabó divorciado de su
mujer, la bella princesa india, porque ella tampoco le calentaba a la debida
temperatura el agua para el afeitado.
Dante bajó a los infiernos porque la
Italia de su época olía tan mal que no se podía aguantar.
Lady Godiva se paseó desnuda para
ahorrarles los impuestos a unos cuantos campesinos por no sé qué estúpida
apuesta, se constipó y murió de una pulmonía.
Gog era un millonario excéntrico que
daba dinero a muchos que se lo pedían, demostrando así que era un personaje de
ficción.
Ifigenia estuvo en Táuride,
efectivamente, pero nadie sabe qué fue a hacer allí, porque, para enterarse,
hay que haberse leído la tragedia de Eurípides, cosa que nadie ha hecho.
El rey Arturo se aburría mucho.
Decidió buscar el santo Grial, a falta de otra cosa mejor en qué entretenerse.
A la buena de Ana Karenina lo que le
iba era el masoquismo y se desnudaba para cometer adulterio porque nevaba y
hacía un frío que te producía sabañones en las narices. Si el clima hubiera
sido bueno, no se habría desnudado nunca.
Sancho Panza era enormemente cretino.
Porque don Quijote hacía de caballero andante porque estaba loco. Pero Panza no
estaba loco y también se marchó con él, así es que díganme qué otra explicación
le encuentran.
El coronel Aureliano Buendía hizo la
revolución para que los conservadores no le pintasen la casa de azul.
Al doctor Fausto le fue tan bien en su
pacto con el diablo, pese a todo lo que se diga, que Goethe tardó nada menos
que sesenta años en conseguir encontrarle un final trágico a la historia y
poder acabar de escribirla.
La estatua de Don Gonzalo de Ulloa,
comendador de Calatrava, se empeñó en que don Juan le invitara a cenar, a
sabiendas de que no iba a poder probar bocado y se tendría que tirar toda la
cena a la basura. A eso se le llama desperdiciar los recursos del planeta.
A Godot le robaban frecuentemente el
reloj y por eso llegaba siempre tarde a todas partes o no llegaba en absoluto.
Helena de Troya tenía una belleza
legendaria. Pero en aquello época sin Internet, las comunicaciones eran un
tanto pigres y nadie conseguía fama de poseer belleza legendaria de un día para
otro. De donde se deduce que desde que Helena fuera bella hasta el momento en
que Paris se enteró de que era bella y la raptó tuvieron que pasar unos cuantos
años, por lo que en el momento del rapto ella estaba ya un tanto pasadita.
Afortunadamente Paris era miope.
El Zorro se hacía llamar antes «El
Coyote», pero tuvo que cambiar de nombre, porque no conseguía hacer el trazo de
la «ce» con la punta de la espada.
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