Pepe Pelayo: Vis a vis con la vis cómica. Entrevistas a humoristas gráficos, Humor Sapiens Ediciones, Santiago de Chile, 2025, 316 págs.
Una de las grandes ventajas del humor es que te da la más completa libertad para escribir lo que te salga de los hemisferios (cerebrales), sin tener que dar cuentas a nadie. Esto no sucede con la literatura ensayística, por ejemplo, en la que tienes que cuidar el dato, ni en la novelisticoculebrónica, en la que has de procurar que tus tramas no caigan en el ridículo para no volver a levantarse más.
No. El escritor de humor (no lo llamo humorista para que no lo confundan con los señores que se limitan a contar en televisión chistes que estaban ya anticuados y decrépitos durante el Paleolítico superior) puede escribir lo que quiera; lo peor que le puede pasar es que lo escrito no tenga gracia, pero nada le impide hacer que su protagonista tenga contraiga matrimonio con un ladrillo, mantenga una conversación con un paraguas o juegue al dominó con el espíritu desencarnado de Wifredo «el Velloso», si así le apetece, sin tener que justificarlo.
Pues bien: haciendo un usado oso (un usado oso, no: un osado uso, quiero decir, que se me ha colado una metátesis a traición) de esta libertad mencionada, el gran cómico Pepe Pelayo se ha atrevido aquí a emprender la tarea más difícil que se le pueda ocurrir a un indoeuropeo: ¡a definir el humor, nada menos! Y a desglosar minuciosamente muchas de sus particularidades en este libro, que es el primero de una serie de cinco (o el último, todo depende de por dónde empieces a contar), todos ellos en la misma línea cómico-didáctico-informativa.
Y como Pelayo es listo, no ha hecho el trabajo él solo, sino que para que le ayuden en tan manga tarea se ha sacado de la magna (me ha pasado de nuevo; ¡lo siento!) un centenar y medio de amigos, expertos en la materia. A esta variedad de comportamiento consistente en lograr que otros te saquen las castañas del fuego mientras tú te las vas comiendo en el más agradable de los ocios se le denomina actualmente ‘delegar’ y se considera una virtud laboral muy a tener en cuenta.
Es broma, porque para poner en orden en... vamos a ver: ciento treinta y seis humoristas, multiplicados por trece preguntas del cuestionario, son... ¡un montón de respuestas que catalogar, analizar, sintetizar y estudiar! Concretamente, mil ochocientas cuarenta y siete opiniones (seguro que la cuenta está mal hecha, pero ser de Letras nos exime de responsabilidad; váyase eso en compensación por el desprecio que siempre nos muestran los que son de Ciencias).
¡Ah! Y tras correarse con tanta gente (iba a escribir ‘cartearse’, pero ahora todo se hace por correo electrónico), Pelayo ha llevado a cabo un magistral resumen de contenidos, con reflexiones y flexiones (las flexiones son las reverencias simbólicas que el autor les ha hecho a los participantes para agradecerles su ayuda, porque pagarles, no creo que les haya pagado nada).
¿Qué tenemos entonces entre manos? ¡Pues un libro estupendo, señores míos! Un tratado doctísimo sobre esos mil aspectos de la risa que interesan a las personas inteligentes (los tontos no se preocupan de los mecanismos de la creación artística, que es terreno reservado a las grandes sensibilidades). En él se dilucida de dónde sale el humor, a dónde va, qué es lo que hace por el camino, quiénes lo cultivan, quiénes lo venden y quiénes son los intermediarios que se forran al hacerlo, qué límites tiene (si es que tiene alguno), cómo se lleva con su archienemiga (la Censura), cómo está de salud, qué proyectos tiene para el futuro próximo y lejano, qué relación va a tener con la IA y otros muchos aspectos de su personalidad y capacidades. Información toda ella de primera mano, salida, como suele decirse «de la boca del caballo», siendo el caballo en este caso (con perdón) todos esos humoristas gráficos que se dedican a hacernos la vida agradable a los que nos portamos bien y a cantarles las verdades del barquero a los que se portan mal, pues ya se conoce el lema tácito y supremo de los que se dedican a esto: «Castigat ridendo mores» (riendo, corrijo las costumbres). Los dos principales fines del humor son el solaz y la crítica.
Y el libro tiene más cosas, muchas más. Para empezar, las ciento y pico autosemblanzas con las que los dibujantes nos cuentan su tránsito al sagrado terreno del humor, sus logros, sus experiencias y propósitos artísticos. Para seguir, información a raudales sobre este aspecto literario en distintos países y sociedades, y las situaciones político-lo-que-sea que impelen a los artistas a dibujar compulsivamente. Y, para resumir, la sabiduría artística no de uno, sino de 137 señores (Pepe incluido), lo que resulta una ganga considerando la calidad/precio del producto.
Personalmente, no puedo dejar de recordar una curiosa frase de Salinger: «Un libro es bueno cuando, al acabar de leerlo, te entran muchas ganas de llamar al autor por teléfono». A mí es lo que me ha pasado y lamento no poder entablar ese centenar y medio de conversaciones con artistas de tantos países que no sé si tendrían tiempo para mí, pero que más que bastante han hecho contribuyendo con su experiencia, sus consejos, su saber y su ingenio a esta manga obra (¡otra vez!).
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