Poetas arábigo andaluces y arábigo-extremeños

 

Trata el docto Vicente Gutiérrez en su libro de tres poetas geniales y de fama mundial, aunque prácticamente desconocidos hasta hace unos días. El gran arabista (¿o es arabólogo?) —amén de otras cosas— que es Gutiérrez nos habla aquí de Abu-abd-Allah-mohammed-al-Imón, de Yusuf-al-barda-Ibn-Katre y de Ben-al-Kafetín, naturales dos de ellos de Córdoba la nombrada y uno de Batalyaus (Badajoz). Vivieron todos (estupendamente) durante el reinado del emir Yahia ben-Al-Mehrí, hijo (según aseguraban en el harén) de Annasir Alí, de la familia Banu Hudí, padre de Idris Alalí, abuelo de Mohammed Almotalí y tío de Mohammed Almahdí. Para que se hagan ustedes una idea, estamos hablando del siglo xi.
Al-Imón es el poeta del vino por antonomasia y porque le dio la gana serlo; y todos sus versos, de una elegancia infinita, se hallan repletos de los efluvios embriagadores del tintorro, especialmente el de la zona de Montilla, donde el padre del poeta tenía una finquita. En los versos se cantan las excelencias del licor con un entusiasmo tan muladí que llevan al erudito Gutiérrez a la conclusión inescapable de que, efectivamente, a la hora de escribirlos Mohammed al-Imón estaba soberanamente borracho. Veamos un ejemplo de su monotemático poemario La hoja de la parra:

ان القافلة توقفت. لأن المياه مليئة احة والجمال يس
تريح على الكثبان الصحراوية.
تحت الليل المرصعة بالنجوم جلس ثلا
ثة من البدو حول النار. نظروا إلى
بعضهم البعض وبعد لحظات
 قليلة من شك، واحد منهم، وقال عبد الله بن
         
(Bueno, creemos que con la versión original no vamos a ninguna parte. Aunque nos duela, tendremos que pagar a un traductor para beneficio de nuestros lectores.)
(Escribiremos el texto de derecha a izquierda para conservar el sabor de la escritura árabe, tanto más importante de conservar dicho sabor por tratarse de versos sobre el vino.)

¡profeta del sustento —licor dulce— vino ,Oh¡
...cosas tantas recuerda me rojo color Tu
Yemen del jardines los en comí que moras Las
,tiro un como sentaron me, cierto por, que y
,Medina de bailarina la de labios los
,Sahara del desierto del sol deslumbrante el
dieron me que narices las en golpe tremendo el
Moharram último el en
.aglomeraciones en meterme por
hombre al embriagar sabes tú Sólo
.tercia se si ,mujer la a y
mortales los de bocas las en verdad la pones Tú
ojos sus en lágrimas y
:concretos momentos dos en
alma del estadios los a alza se potencia tu cuando
.tabernero al pagar de hora la a y

Ibn-Katre se hincha a escribir símiles al tratar del amor platónico que no se mancilla con contactos impuros nacidos del desenfreno. Es de destacar que Ibn-Katre, a más de poeta, era guardián del serrallo del Visir-e-finanzas, con todo lo que dicho cargo implicaba y que ustedes de fijo se figuran.

(En esta cita le damos la vuelta a los versos como si fueran un calcetín y los dejamos en su posición convencional, porque en la editorial los maquetadores se han cabreado bastante, y con razón, con esto de escribir de derecha a izquierda.)

«Tus ojos, odalisca caprichosa
son negros, como los lóbregos sótanos de Bagdad,
como la noche estrellada de Medina
y las cucarachas en Albarracín.
Tu pelo tiene la suavidad de un almohadón de miraguano
o de las espumas que bañan el Golfo Pérsico.
¡Oh, tú, bella entre las bellas, hermosa entre las hermosas!
Tu piel brilla y deslumbra al que la mira
como una antorcha empapada en aceite de castor y brea.
Si hubiera de cantar todas tus alabanzas
¡por Alá!, que no acabaría nunca.»
(Del libro Divan-e-Katre)

Ben-al-Kafetín canta a la Alcazaba de Badajoz en versos escritos en pies que sólo él conoce, para compensar del hecho de que escribe sobre algo que conoce todo el mundo. Los versos se hallan tallados en el zócalo del patio de la casa del vate, porque nadie los quiso publicar y en aquella época no se había inventado aún la autoedición.

«¡Oh, tú, Alcazaba famosa:
veas más años de gloria que ladrillos hay en tus cimientos!
Todas las tardes te visito y te contemplo
y, extasiado ante tu esplendor,
pierdo el habla en tus recintos
y las babuchas en la puerta.
¿Quién igualará tus fuentes? ¡Ni el mismo Nilo!
De ellas el agua surge clara y fresca
o agradable y templada,
según sea invierno o verano.
Tienes más columnas que el ejército de Darío
y más arcos que un tratado de geometría.»

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