El sentido de la vida

 


Ni la búsqueda de la verdad, ni la búsqueda de la salvación ni gaitas escocesas.

El objetivo primordial de la existencia es entretenerse gratis.

‘Entretenerse’. ‘Gratis’. ¡Qué dos palabras tan maravillosas!

La mayor parte de las cosas que los hombres han hecho desde que salieron de la cueva (me refiero a los que han salido, que no son todos) ha tenido como objetivo el entretenimiento.

Literatura, música, cine, caza, pesca, guerras, juegos, lo que sea, ¿para qué sirven si no es para pasar el rato?

Muchas de estas cosas se pagan; pero otras no. Y esas son las que más nos gustan. La gratuidad añade encanto al invento. Veamos unos ejemplos de esto mismo, bien que algo salvajes:

El cotilleo, por ejemplo, nos gusta más si es gratis. Si la vecina del segundo viene a contarnos lo que ha hecho o dicho la sinvergonzona del tercero, es muy probable que, si nos quiere cobrar la información, no la escuchemos.

Muchos violadores son simples tacaños, que no quieren gastarse la pasta en señoritas de compañía, con lo hermosotas que están algunas.

Si la televisión nos cobrara dinero por contarnos que es el cumpleaños de Ana Rosa Quintana y que lo ha celebrado junto con su familia y amigos, puede que no estuviéramos interesados en pagar por saberlo.

Muchas cosas funcionan porque son gratis.

Yo propongo una revolución en este tema, para ir cambiando nuestra sociedad.

¿Queremos promocionar el cine español? Nada más fácil: hagamos que las películas españolas se proyecten gratuitamente. Todo el mundo irá a verlas. No darán un duro, pero todo el mundo irá a verlas. El aspecto crematístico no cambiará substancialmente: ahora tampoco dan un duro.

Seguro que hay más aplicaciones.

 

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