Hay gente que odia a su prójimo
y se inventa mil maneras
de causarle sufrimiento
y de hacerle la puñeta:
Atila se cargó a muchos
en las nórdicas estepas,
Adolfo mató judíos,
Chueca compuso zarzuelas
y Dante cogió y escri-
bió la Divina comedia.
Como muchos no han podido
leerse el tocho, no me queda
más solución que contarlo
y ¡que sea lo que Dios quiera!
A la mitad del camino
de su vida va y se encuentra
perdido en un bosque oscuro
el cretino del poeta
(que pudo haberse agenciado
algún mapa con las señas
de a dónde pensaba ir).
En fin: que no halla la senda,
por lo que tiene Virgilio
que dejar la vida eterna
y acudir a echarle un cabo
a Dante Alighieri. Cuentan
que fue la misma Beatriz
la que mandó por su cuenta
al Virgilio-cicerone
para enseñarle la puerta
de los infiernos al Dante
porque, si no, no la encuentra.
Y allí, nada más entrar,
se dan ambos en la jeta
con un cartel en que pone
(traducida a varias lenguas
para evitar confusiones)
esta macabra advertencia:
«Considera, ¡oh, pecador!,
que la muerte es cosa eterna;
nunca se supo de nadie
que regresara de vuelta
de los infiernos profundos
donde se quema la peña
en castigo al gran pecado
de haber gozado en la Tierra
de mil placeres inmundos
y haber hecho cuchufletas
del Cielo y haber reído
como en una comedieta.
Este lugar en que estás
—conocido por Gehena
por los cursis— es antiguo.
Puso la primera piedra
la Divina Potestad
hace ya un montón de eras.
Y, aunque ha sufrido reformas,
su estructura está perfecta
y sirve divinamente
para asar como chuletas
a todos aquellos hombres
que pecan con sus blasfemias
o que devoran, gulosos,
chococrispies y galletas
o que hacen lujuriamientos
con señoras estupendas,
que es el pecado más grave,
que se da con más frecuencia.»
Dante y Virgilio leen esto
y, en leyéndolo, se quedan
sin muchas ganas de entrar.
Pero, en fin, al final entran
y llegan al primer círculo
de los nueve, donde encuentran
multitud de caballeros
que los textos interpretan
de la Biblia y que se llaman
exégetas o exegetas.
Este círculo es el Limbo,
que viene a ser la despensa
donde se guardan las almas
de los muertos de viruela
antes de ser bautizados.
Cuando al segundo penetran
ven a los fornicadores
(o sea: a todo el planeta).
No cabe allí un alfiler
y la tortura es siniestra,
porque se hallan condenados
a perseguir a las hembras
sin comerse ni una rosca
por la eternidad eterna.
En el tercero es la gula
el pecado que se observa.
Hay mil gulantes famélicos
con más hambre que vergüenza.
En el cuarto los tacaños
no tienen ni dos pesetas.
Avanzan más y en el quinto
hallan una charca infecta
llamada laguna Estigia,
donde las almas coléricas
se pegan continuamente
trompazos en la cabeza.
El sexto círculo tiene
expiando allí sus penas
a muchos heterodoxos,
a los herejes y herejas.
Ya llegan por fin al séptimo,
que es un servicio de urgencia
y en donde asesinadores
y gentes de esa ralea
están siendo muy pinchados
por diablos y diablesas
como castigo ejemplar
por emplear la violencia.
Después, Dante se va al cielo
y lo visita a conciencia.
Ve lo que hay que ver allí
pero ¿a qué conclusión llega?
Pues que el infierno es mejor
y no hay nadie con paciencia
suficiente para estar
por toda la vida eterna
entre ángeles, nubes y harpas
sin un poquito de juerga.
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