Fúgate bien

 

 

¿De qué sirve la experiencia si no la compartimos con nuestros semejantes? En una sociedad bien organizada, los expertos en algo tienen el deber moral de ilustrar a los menos cultos para así aumentar el nivel de conocimientos de sus conciudadanos. No brindar tus hallazgos a los demás es pura mezquindad. El carpintero que puede clavar un clavo sin darse en el dedo, el cocinero que tiene una receta propia para las sopas de ajo, cualquier profesional que se sabe un truco, está en la obligación moral de brindarlo a los demás. Porque está escrito que «al que da, se le dará» (aunque la frase no concreta muy bien de qué se está hablando exactamente).

Por eso ofrezco aquí a mis lectores sabios consejos para escaparse de la cárcel de una manera adecuada, porque si alguien está en prisión y desea salir, eso es una tendencia natural en el ser humano que yo respeto e incluso comparto.

          Porque el caso es que mucha gente se fuga todos los días, sí; pero se fuga muy mal.

          Yo no puedo dar recetas personalizadas de fuga, pues cada caso es diferente, pero sí útiles consejos aplicables a cualquier tipo de cárcel o, al menos, a las más habituales en el mundo occidental.

          Consejos:

 

No te fugues con otros; fúgate tú solo

Las fugas son como las carreras de relevos: no dependen de ti y hasta que no llega el último nadie gana. Cuando te fugas con otras personas elegidas sin suficiente criterio puedes encontrarte con algún lento que se retrasa mucho o con algún gordo que se queda atascado en un pasadizo angosto, haciéndote perder el tiempo a ti y a los demás.

 

Nunca te fugues en domingo

¿Por qué? Porque el traje de recluso te delatará, salvo que sea Carnaval, y ese día las tiendas están cerradas, por lo que es más difícil proveerse de otro atuendo. Puede que ese día haya un rastrillo en tu ciudad, pero entonces te tendrás que comprar alguna raída chaqueta usada que se habrá puesto antes vete tú a saber quién. En pro de la higiene es mejor elegir un día laborable.

 

No te fugues a la pata coja

Está demostrado estadísticamente que este procedimiento es también causa habitual de fracaso fuguil. Parece algo muy obvio, porque intentar fugarse así es realmente una solemne tontería, pero incluyo este consejo porque, aunque sea difícil de creer, muchos lo han intentado en el pasado.

 

No te fugues si ese día hay un partido de fútbol interesante

Por dos razones básicas. Primero, porque te pierdes el partido. Y segundo, porque los policías que están de servicio ese día y no han podido ver el encuentro, están de una mala uva que ni te cuento y, si te pillan en tu huída, puede que te lo hagan pasar especialmente mal.

 

No tomes la decisión de hacerlo si no vas a estar mejor fuera

Esto hay que explicarlo. Se han dado casos de personas fugadas con éxito que luego se han muerto literalmente de hambre fuera, por falta de dinero o trabajo. Piensa si la cárcel no es mejor en tu caso concreto, con tres comidas aseguradas a cargo del bolsillo del contribuyente.

 

No te despidas de los compañeros

Hubo una vez un delincuente, muy querido por los otros presos, que dijo adiós en secreto a todos sus amigos antes de escapar. Pero, como era muy popular en la prisión, los reclusos hicieron una colecta entre todos y le organizaron una fiesta de despedida, con pancartas y globos, y, en fin, armaron tal juerga que los carceleros acabaron enterándose, con lo que la celebrada fuga no se pudo llevar a término.

 

No reces a San Hipólito antes de fugarte

No sirve para nada. Es verdad que se ha dicho que este santo te ayuda mucho en estos trances, pero todos los que han rezado e intentado escapar acto seguido coinciden en la falsedad de esta aseveración. No es sino una leyenda urbana, difundida por los innumerables devotos del santo.

 

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