Rocky

 

          La vida de Rocky Balboa —prototipo del boxeador sonado por haber recibido muchos golpes en las narices— ha necesitado de muchas películas para contarse, por más que aquí nos compadezcamos del lector y le hablemos solamente de la primera. Pero vinieron después Rocky II, Rocky III, Rocky IV, Rocky V, Rocky Balboa, Creed, Creed II y Creed III, cubriendo cuarenta años de la vida del protagonista, y pocas veces se le ha sacado tanto jugo a una historia de mamporros.

          Este film se seleccionó para su conservación en el National Film Registry de la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, para que los extraterrestres que invadan la tierra desierta una vez que el cambio climático se nos haya llevado a todos por delante puedan saber, con este ejemplo, cómo éramos de brutos a finales del siglo XX y principios del XXI.

          Rocky es un boxeador de cuarta categoría (B) que vive en Filadelfia porque ha nacido allí y no tiene la suficiente imaginación como para irse a vivir a otro sitio mejor. Se gana la vida cobrador como Cobrador del Frac, pero sin frac, yendo a recoger los cobros en camiseta. Vamos: es el matón de un usurero y está encargado de romperle las piernas a los morosos. Solo que Rocky es mediocre hasta para eso, pues no consigue cobrar casi ninguna cantidad.

          Para que no se dude de su hombría (algo que es poco conveniente que te suceda si perteneces al gremio pugilístico) invita a salir a una chica gafosa y tímida que vende tortugas (trabaja en una pajarería) y entre la falta de decisión del uno y la sosería de la otra tardan años en darse el primer beso.

          Por otro lado, se meten otros personajes en la chuchurría trama,   porque la historia de Rocky no avanzaba. Apollo Creed, un campeón de los pesos pesados (o, mejor, un pesado campeón de los pesos) se entera de que el que iba a ser su próximo oponente se ha roto una mano de tanto dar bofetadas. Solo quedan cinco semanas de trece días cada una para el combate y los boxeadores que están libres ese día son todos unos cobardicas y unas nenazas y se niegan a participar. Apollo decide combatir contra un púgil desconocido —para estar seguro de ganarle y conservar el título— y elige a Rocky porque le gusta su apodo, que es «El semental italiano», ya que ese es el nivel de elegancia del héroe de la película.

          Rocky se apunta a unas clases de boxeo, cursando dos asignaturas: «Puñetazo con la izquierda» y «Puñetazo con la derecha», que parece ser que es todo lo que hay que saber. Como está hecho un mulo y muy motivado, aprueba ambas (aunque con un cinco raspado nada más).

          Tiene lugar una rueda de prensa y los periodistas deportivos, con su proverbial inteligencia y originalidad, le preguntan a Apolo: «¿Quién va a ganar el combate?», a lo que este responde: «¡Yo, naturalmente!». Y ya no saben qué más preguntar.  Este es el nivel verdadero del muchos aspectos de esa actividad conocida como periodismo.

          Apollo llega al estadio (o como quieren que se llame ese sitio en el que se pegan) vestido como George Washington y reparte dinero entre el público, que comienza a aplaudirle inmediata e entusiásticamente. (¡A ver!).

          Comienza el combate y Apollo y Rocky empiezan a bailar y a pegarse, que no es lo mismo que bailar pegados. Rocky le atiza al otro poderosos derechazos, aunque se los pega con la izquierda, porque es disléxico y no sabe muy bien dónde tiene cada mano. Apollo contesta a esos golpes a vuelta de correo, rompiéndole la nariz a su adversario. En el descanso entre asaltos, los entrenadores de ambos boxeadores les refriegan limones por la cara, no sabemos muy bien por qué ni para qué.

          El clímax de la película cuenta con los siguientes ingredientes: sopapos, trompazos, zurriagazos, tortazos, porrazos, trompadas, bofetones, guantazos, cachetadas, cachetes, soplamocos, chuletas, viajes, chufas, leñazos, galletas, tortas, manotazos, bollos, leñazos, cates, cuescos, combos, cacharrazos y puñetazos, siendo este último el término más técnico y aproximado[1].

          Tras quince asaltos interminables para ellos y para los espectadores, ambos contendientes están hechos migas manchegas. Los árbitros dictaminan que Apollo ha ganado por puntos (le tienen que dar a él más puntos de sutura que al otro) y el público protesta, porque quería que ganara el aspirante, que es lo que suele pasar en todas las películas de boxeadores menos en esta. A la gente no le gusta nada que se dinamiten los tópicos.

          Rocky busca a su novia entre la multitud ovacionadora y le dice que la quiere, cosa que ella ya sabía, que nosotros sabíamos también, que no añade nada a la línea argumental y que no es sino un «¡Viva Cartagena!» añadido a la película porque tenía que acabar de alguna forma y al guionista no se le ocurrió nada mejor.


 



[1] Hay otros vocablos malsonantes que no incluimos, para que no se diga que somos horteras y groseros en nuestra forma de escribir.


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