Cita con Rama, novela
estupenda de marcianos
que aparecen por los cielos
en un tubo que, flotando,
llega al sistema solar
después de un porrón de años
de viajar sin detenerse
ni para tomarse algo
en las áreas de servicio
de las rutas del espacio.
Hay un cilindro muy gordo,
coquetamente cromado,
que aparece de repente.
A la Tierra le da un pasmo,
porque el cachivache mide
ciento diez millas de largo
y es más viejo que la esfinge
de Gizeh o que Jordi Hurtado.
Como es costumbre en la Tierra
cuando no se sabe de algo,
los dirigentes convocan
varios comités de sabios
para pensar, pues el resto
del mundo está estupefacto.
Como también es costumbre
antigua entre los humanos,
la primera sugerencia
es la de bombardearlo.
Con dificultad se impone
al plan otro más sensato:
dejarse caer por allí
y fisgonear un rato
antes de volarlo. Envían
en un plis-plas un cacharro
volador que se introduce
adentro del receptáculo
y se encuentran con que... ¡Vaya!
¿Pues no les estoy contando
la trama, echando a perder
todo el suspense del relato?
Eso no se debe hacer,
así es que yo me retracto.
Finjan que no he dicho nada
y no les he revelado
la intríngulis. Cómprenlo
y pasarán un buen rato
pues su estilo es agradable
y, además, está firmado
por Arthur C. Clarke, que es
un tío la mar de largo
que sabe mucho del tema,
pues estuvo de becario
muchos años en la NASA,
hasta que, al final, le echaron.
(Pero lo que aprendió allí
no se le olvidó y, por tanto,
aunque se tuvo que ir
a hacer cola en donde el paro,
se enteró de muchas cosas.
¡Que le quiten lo bailado!)
Sin bromas. Clarke es autor
del estupendo relato
El centinela, que fue
base de un film de los clásicos:
el 2001, de Kubrick,
Una odisea del espacio,
así es que su pedigrí
queda bien atestiguado.
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