Por las siglas de las siglas

 


Una cretinez lingüística muy generalizada y, al parecer, aceptada por esos señores que toman chocolate gubernamental todos los jueves por la tarde (los académicos, ya saben) es la del denominado ‘alfónimo’, de ‘alfa, primera letra del alfabeto griego (ese alfabeto que usamos todos tan a menudo) y ‘ónoma, «nombre». Consiste en escribir tal como suenan las letras que forman una sigla.

Los ejemplos que se dan son muy pocos, porque hay pocos que no resulten ridículos. Son éstos:

elepé, en lugar de LP, siglas inglesas de long playing, referidas a discos de larga duración.

penene, de PNN, profesor no numerario, variedad específica de empleo basura del ramo de la enseñanza.

O bien:

tebeo, del TBO, siglas de sentido desconocido para muchos (yo incluido).

Si esto existe (y parece ser que sí lo hace) hay que emplear más, en aras del quiero-y-no-puedo de la españolización léxica a la que desde aquí y desde ahora me adhiero lapamente.

Así es que propongo que escribamos:

«Tengo caducado el deeneí» (DNI).

«Es la esquela ponía erreipé» (RIP).

«Mi abuelo conducía un eseeate» (SEAT).

«He visto un ouveeneí» (OVNI).

«Esta palabra no aparece en el deerreae» (DRAE).

El uso puede extenderse también a los nombres propios:

«¿Has visto a jotaele (José Luis, por ejemplo. Se diría igual para Jacinto Lamberto)

«Me llamo emeemedeeleemeemeeme (María Margarita de las Mercedes Menéndez Mejuto), para servir a Dios y a usted

Después, el uso podría pasar a la lengua coloquial, sirviendo de eufemismo y evitando palabras malsonantes:

«¡Eres un hachedeelegepe (HDLGP)

«¡Vete a tepeelece! (TPEC)

Esto tendría la ventaja de que ayudaría a que los extranjeros que aprenden español tuvieran más práctica en el deletreo.

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