Entre los numerosísimos actores a los que no les gusta su profesión y prefieren dedicarse a otra cosa se cuenta John Travolta, que pilota cuando sus actividades se lo permiten.
John Joseph (Juanjo) Travolta nació en 1954 en Englewood, con un nuevo jersey (¿ven?: esto es lo que tiene usar el traductor automático; entendemos no que nació con el jersey puesto, sino que Englewood esta en New Jersey). Aún no ha muerto (y, si ha muerto, nosotros no nos hemos enterado).
Es un actor con una carrera muy desigual —entendiéndose por ello que ha alternado en su filmografía las películas malas con las películas muy malas—, pero cuyo nombre se recordará siempre por varios films emblemáticos en los que se llenaba de grasa y no se lavaba hasta el sábado por la noche. Fue el ídolo de toda una generación de horteras durante el clímax de la era de la música disco, por lo que su reciente decadencia no nos da demasiada pena.
De no haber sido actor, Travolta tenía muy claro cuál habría sido su meta profesional. Porque el hombre se graduó como piloto de la aerolínea australiana Qantas (en su país conocían bien sus capacidades y no le hubiera sido posible), tras completar un curso por correspondencia de primer oficial que le permitía pilotar un 747-400, que es un modelo de avión y no un número de preso para llevar en la camiseta.
Travolta, en previsión de posibles accidentes con roturas, es el feliz propietario no de uno sino de cinco aviones, entre ellos un Boeing 707-138 color mostaza, con pocos kilómetros, al que ha bautizado como «Jett Clipper Ella», en honor a su hijo Jett y a Ella (Ella es su hija Ella). Durante diversos rodajes ha volado diariamente a las localizaciones, acompañado eventualmente por alguno de sus admiradores, que pueden beneficiarse de un descuento si contratan un mínimo de cinco paseos con su ídolo.
Travolta actúa como representante de la aerolínea, allí donde viaja. El anuncio advierte subliminalmente que si Travolta puede pilotar un avión de Qantas es porque el automatizado aparato funciona casi solo y es muy seguro, prácticamente inmune a los fallos humanos. El actor ya ha dado la vuelta al mundo como embajador de buena voluntad de la compañía, que es quien paga hoteles y dietas. (A nosotros empieza también a atraernos esto de pilotar.)
Su afición por el mundo de la aviación es muy intensa. En 1992 el actor escribió un cuento infantil sobre el viaje en avión de un niño en los años cincuenta. En 1994 dibujó un avión en una cartulina y, al año siguiente, le hizo varios aviones de papel a un sobrino suyo.
Este oficio ha proporcionado a Travolta muchas alegrías. Pero todo tiene su contrapartida, porque ¿dónde aparcar tu propio avión? Travolta ha resuelto diligentemente este problema, haciéndose construir una pista propia de aterrizaje de mármol rosa en la finca de 8.000 acres de nada que posee en Jumbolair, Florida. Para mayor comodidad, cuenta con una pista de rodaje que llega hasta la puerta de su mansión y hasta sube el primer tramo de las escaleras.
Durante
el tiempo que Travolta está dedicado a su oficio de piloto, no puede rodar
ninguna película, lo que no deja de ser una buena noticia.
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