¿Quieres que el mundo te recuerde como una ser con fuerte personalidad, atrevido y original? Nada más fácil.

Cómprate un volcán (o dos, si eres rico).

Hay muchas razones para hacerlo, aparte de la ya apuntada de salirse de la asquerosa vulgaridad de las masas alienadas que hacen todas lo mismo. Las indicaré para beneficio del lector, sin cobrarle nada por tan lúcida idea.

1) Nadie, hoy por hoy, posee un volcán. Así es que serás el primero en poseer uno. Esto implica fama, tu inclusión en el Libro Guinness de los Récords, entrevistas televisivas, reportajes... dinero, en suma. Con un agente de ventas avispado podrás recuperar lo que te haya costado y seguir teniendo el volcán, que heredarán tus descendientes.

2) La posesión del volcán te permitirá asesinar a tus enemigos sin tener que sufrir grandes castigos por ello. Puedes hacerlo invitándoles a visitarlo y dándoles un pequeño empujón cuando miren en cráter y diciendo luego que se resbalaron. O bien puedes acabar con ellos mediante un método convencional y luego, cuando te detengan y te procesen, alegar locura. Tu abogado defensor siempre puede decir: «Miren si mi cliente estará loco que reunió todo el dinero del que disponía y ¡se compró un volcán!». No falla. Irás a un hospital para enfermos mentales y a los pocos meses estarás en la calle.

3) Podrás comercializar la lava y organizar un monopolio, exportándola a Siberia y a otros sitios nevados. La que se te enfríe servirá como substituto de la piedra pómez para todo tipo de callos y durezas.

4) Aunque no estoy seguro de que la posesión de un volcán sirva para ligar con más facilidad —pues no se ha probado aún de manera empírica—, tú serás el primero en experimentarlo. Luego, si se da el caso positivo, podrás escribir un best-seller titulado, por ejemplo, Amores volcánicos o el fuego de la pasión.

5) Existe todavía otra razón excelente para comprarse un volcán, pero no la revelo para picar a ustedes la curiosidad del lector.

 

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