La cortesía digital

 


A mí una vez un ordenador de una institución me felicitó las pascuas. Los programadores se olvidaron de personalizar el mensaje, poniendo que era de parte de alguien.

La cosa me divirtió en su momento y me sirvió como anécdota. Pero yo tengo la manía de buscarle la utilidad a las cosas divertidas y se me ha ocurrido que se podría mecanizar la urbanidad de forma centralizada.

Sí, centralizada, porque ahora a lo mejor nuestra agenda electrónica nos recuerda el cumpleaños de un amigo o pariente, para recordarnos que le llamemos, pero esto no es suficiente.

Convendría un ordenador portátil, no muy aparatoso, destinado a cubrir todos los aspectos fastidiosos de la vida social. Podríamos llevarlo a la espalda, como una mochila, pero esto ya no hace falta, porque la miniaturización ha llegado a extremos increíbles. Si lo programamos con un radar y nuestra voz grabada diciendo frases como «Perdone», «¿Me permite?», «Disculpe». etc., en orden aleatorio, siempre que tuviésemos que pasar entre una masa de semejantes (como en el metro, un bar o discoteca o similar) la máquina detectaría los cuerpos y hablaría por nosotros.

Debidamente provisto de imágenes de nuestros conocidos podría reconocerlos por la calle mediante un programa informático y decir «¡Hombre, Felipe!» Eso nos alertaría de la presencia próxima de Felipe (o de quien fuera) y nadie se ofendería por haberse cruzado con nosotros sin que nos diéramos cuenta ni le saludáramos.

Se me ocurren más usos.

Podríamos grabar mensajes prefijados para todo tipo de situaciones embarazosas, de ésas en que no sabes qué decir. Por ejemplo, para pésames. Muchas veces nos quedamos sin palabras, Nada más fácil que hacer un pastiche con esos lugares comunes que se espera que empleemos en estas situaciones. Ante un fallecimiento sólo tendríamos que pulsar el botón de play.

Con unos sensores insertos en partes de nuestro cuerpo, el aparategui corregiría nuestros malos hábitos inconscientes. Supongan que nuestro dedo se dirige a la nariz con intención minero-exploratoria; pues en el caso de que el aparato registrase ondas térmicas que indicasen la proximidad de semejantes, nos podría avisar (mediante descarga eléctrica o similar). Igualmente cuando intentásemos rascarnos nuestras partes en público, hábito feo donde los haya y en el que yo reconozco que caigo de cuando en cuando. La máquina lo evitaría.

Una conexión externa a catálogos on-line y comercios posibilitaría que se efectuasen automáticamente compras de juguetes para cumpleaños de sobrinitos, de joyas para aniversarios de bodas, etc.

Todo esto requeriría una tecnología complicada, pero que ya existe. Esto daría como resultado, me temo, que el más cortés sería aquel que tuviese una máquina más cara y con más prestaciones, lográndose así por fin el deseable resultado de que los ricos fuesen educados.

No hay comentarios: