Electrodomésticos en el cine

  


Sobre el empleo de los electrodomésticos en el cine hay una serie de reglas fijas que ningún guionista de Hollywood se salta nunca. Si lo hiciera, sufriría las iras y violencias de la AAA (American Association of Appliances), que no sé en qué se beneficia de todos estos usos estúpidos.

          Enumeraré las reglas, para que las conozcan en España nuestros guionistas patatrios (perdón; quise escribir «patrios», pero es que he pisado mal las teclas).

 

Secador de pelo

Nunca se emplea un secador para que la protagonista se acicale y ponga guapa. Se supone que su cabello es magnífico desde que levanta por la mañana, sin que ella haga nada. Así es que su uso en el cine se limita a echarlo en una bañera para electrocutar al bañista incauto.

 

Frigorífico

          En el cine de Hollywood los policías no comen nunca, ni tampoco compran alimentos. Esto lo sabe todo el mundo. Pero sus neveras no deben estar completamente vacías. Se pretende indicar que, en otros tiempos pasados, sí comían algo. Por ello, cuando regresan a sus destartaladas casas y abren las neveras, dentro han de hallar un cartón de leche estropeada y un tomate pocho. Pero no cierran la nevera con desilusión, sino que tienen obligación de atizarse un trago de leche inmunda y escupirla en seguida, entre muecas de asco. Así es que, como policías, no resultan perspicaces.

 

Teléfono

          Esta máquina es importantísima, de máxima prioridad. Da igual que los personajes estén en medio del acto con una diosa (o dios) del sexo o teniendo la conversación más trascendental de sus vidas; si oyen el teléfono, paran todo y lo cogen. ¿Por qué? Porque en los EE.UU. no se hacen llamadas inanes del estilo de «Ya he salido. Voy de camino.» Todas las llamadas allí son importantísimas: vienen ya filtradas y a los protagonistas de las películas nunca les quieren colocar una oferta de móviles ni nada por el estilo.

 

Aspiradora

          El objetivo fílmico de las aspiradoras es tapar con su ruido otros ruidos que puedan producirse. Si encierran a alguien en el sótano, si raptan a un niño en el jardín o lo que sea, nunca se oyen los gritos de auxilio, porque ése es el momento de quitar el polvo y el ruido de la aspiradora impide que se escuchen. Esto es fijo.

 

Maquinilla de afeitar eléctrica

          Las afeitadoras eléctricas tienen poco mercado, porque sólo se venden a policías, detectives privados o abogados sin clientela. Los gangsters, que dominan el arte de vivir, se hacen afeitar con navaja y la otra gente se afeita en casa con cuchillas normales. La norma sobre maquinillas eléctricas es que sólo se emplean en la oficina y que sólo las usan aquellos que tienen la barba tan cerrada que tienen que estar afeitándose sin parar.

 

Plancha

          La aparición de una plancha en una película tiene lugar únicamente cuando se va a producir una distracción y la prenda se va a quemar. Si esto no va a suceder, nunca veremos a nadie planchando.

 

Lavaplatos

          Son de mentira. En la secuencia de la fiesta, el dueño y la dueña de la casa se van a la cocina y se ponen los guantes de goma. Van comentando lo que ha pasado durante la cena (mientras los invitados aún siguen en el salón) y llenando el lavavajillas. Pero ¡después de lavar en el grifo cada plato! Es decir: que meten los cacharros en la máquina, pero ya los meten limpios. Ésta es, para mí, una de las grandes incógnitas del ethos estadounidense.

 

No hay comentarios: