Cuando se habla de la película más vista de la historia del cine, se miente mucho. Sí, porque se echa mano de las estadísticas y se asegura que es Titanic o Lo que el viento se llevó o Ben-Hur o alguna de Harry Potter y no es cierto, créanme.
La película que más gente ha visto más veces es Sonrisas y lágrimas, debido a alguna razón que no acabamos de explicarnos. Pero el caso es que si pasamos por delante de algún televisor en el que se esté emitiendo la cinta, decimos algo así como: «Pero ¡otra vez están dando este tostón inaguantable!». E inmediatamente, casi sin darnos cuenta, nos sentamos para verla acabar. No la vemos entera, pero casi: nos chupamos cuatro quintas partes del film y esto una vez y otra y otra y otra.
Intentemos penetrar en los recónditos misterios de esta superproducción.
En Hollywood saben bien
que, si quieres ganar pasta,
hay un género de cine
que es seguro y nunca falla
cuando toca recaudar:
el eterno melodrama;
porque a la gente le gusta...
¿qué digo gusta?... le encanta,
le chifla ver sufrimientos,
padecimientos y lágrimas.
Y esta cinta, ya en el título,
las promete a cataratas.
Bien es verdad que la «peli»
no es así como se llama,
pero es que The Sound of Music
es algo inocuo y no engancha.
¿De dónde sale esta historia?
Señores: está copiada
de otra: la familia Trapp,
solo que esta es más larga,
los niños son más repipis,
la historia es mucho más plana,
los nazis, mucho más malos,
y la monjita más flaca;
por lo demás, es igual
en pantalla panorámica.
Va de un viudo dedicado
a hacer hijos a mansalva
(antes de serlo, se entiende)
y es capitán de fragata,
por lo que trata a su prole
como lo hacía en la Armada.
Les hace ponerse firmes
y con un pito les manda
que hagan esto, eso o aquello
con rigidez espartana.
Como no hay Dios que lo aguante,
se le marchan las criadas;
por eso, cuando precisa
una nueva gobernanta
para sus hijos (son siete),
no hay ninguna en toda Austria
que acepte el puesto y el tipo
pide, a la desesperada,
que le manden una monja
de esas que hay, acostumbradas
a obedecer sin chistar
y sin poner mala cara
a la madres abadesas,
que te asustan más que Drácula.
Sucede a continuación
que en el convento de marras
una becaria premonja
tiene revolucionadas
a las demás, porque toca
el Kumbayá en la guitarra
y no para de dar saltos
como si fuera una cabra
de los Alpes dolomíticos
o cualquier otra montaña.
La abadesa está feliz,
porque quería quitársela
de encima; el barón von Trapp
también lo está, que es barata.
Y la novicia (ahora no
recuerdo cómo se llama,
si es Roberta, Filiberta,
Clara, Yema o la Bernarda)
ya no quiere rezar rezos,
oír misa, pelar patatas
y demás obligaciones
que hay que hacer para ser santa.
Abreviaremos un poco
porque la historia es muy larga
y, si se la cuento entera,
tardaremos tres semanas
de esas que tienen diez días
cada una y no se acaban.
Por cierto: aún no he recordado
el nombre. ¿Se llama Juana?
¿O es Inés? Quizá Manuela
o Sinforosa o Pancracia.
¡Ah, ya me viene!: es María.
(Perdonen: tengo muy mala
memoria; ni sé lo que he de-
sayunado esta mañana.)
Prosigamos con el film,
pero abreviando la narra-
ción. La monjita consigue
al poco serle simpática
a la tropa de chavales.
Juega con ellos, les canta,
les cose ropa, les mima,
les mete bajo su manta
si los truenos les asustan...
En fin: la chica se gana
el sueldo base de bien
porque está bien enseñada,
ya que viene de un convento
donde no se admiten vagas.
Como todos suponíamos,
en cuanto puede, se casa
con el viudo (lo que era
su plan en primera instancia).
Son felices, comen per-
dices hechas a la plancha
y todo parece ir
sobre ruedas en la casa.
Pero un malo con bigote
va y se introduce en la trama.
Es Hitler, a quién le queda
muy pequeñita Alemania
y se apropia por la jeta
de toda la tierra austriaca,
incluyendo las macetas,
que hay puestas en las ventanas
en las que los naturales
del país ponen sus plantas.
Estos nazis de opereta
dicen, ordenan y mandan
al capitán que se una
a las tropas alemanas.
Él dice una palabrota
que nos da cosa citarla
y se niega, por lo que
las consecuencias son claras:
o los nazis le ejecutan,
le fusilan o le matan:
una de las tres opciones.
¿Qué hacer? Pues salir de naja,
abandonándolo todo,
que hay una cita afamada
que dice que dónde están
tus partes, está tu patria[1].
Para escapar, la familia
von Trapp discurre una tramppa:
se presenta en un concurso
de canciones popularas,
canta un tema muy folclórico
que hace a todos soltar lágrimas
y en tanto el público aplaude
en un oscuro, se escapa,
lo que resulta una pena,
pues aunque el concurso ganan
se quedan los Trapp sin premio,
que era una copa de plata
bastante pesada y sólida,
bellamente repujada
y que se hubiera podido
vender en una subasta,
habida cuenta que en Suiza
hay metro y medio de escarcha
y han de empezar una vida
sin tener apenas nada,
en un lugar en que hiela
en una nación muy cara
y llevando en los bolsillos
nada más que telarañas.
3 comentarios:
si "no acabáis de explicaros" el por qué es la película que la gente ha visto más veces, yo os lo explico: productores y guionistas creen que a la gente solo le interesan los problemas, maldades, crímenes y horrores. Están equivocados. Lo que de verdad a la gente le interesa es ver en las películas, al menos, el Triunfo de la Bondad y Belleza Interior y Exterior. And that is all friends.
...viaje interestelar constante aceleración (contra alzheimer y depresión)... consejo tonyon: estar todo el día cantando alegres canciones mentalmente en silencio.
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