Arthur Schopenhauer

 


Debemos conocer a nuestros filósofos. Esto no quiere decir que les invitemos a tomar el té y les preguntemos cómo van los estudios de sus hijos y la salud de sus padres, sino que indaguemos y profundicemos en su vida y su obra, aunque sin exagerar, porque algunos son unos verdaderos pelmazos.

Hago esto impulsado por las sabias palabras que fueron la divisa de Horacio: «Lectore delectando pariterque monendo», que podría traducirse como «No hagas a tu vecino lo que no quisieras que te hicieran a ti».

Empezaremos esta bonita serie por Schopenhauer, quien con su célebre frase «Cuanto más quiero a los hombres, más conozco a mi perro», se labró un lugar preeminente en el panteón de los hombres ilustres del siglo xviii y mitad del xix.

(Esta semblanza va dirigida especialmente a todos aquellos que no pudieron pasar de Kant y se quedaron atascados.)

Arthur Schopenhauer nació en Danzig en 1788 y murió en estado de coma en 1800 a la edad de 57 años. Su obra más famosa, Die Welt als Wille und Vorstellung, no fue conocida por casi nadie. Desde 1820 fue docente privado en Berlín; pero como tuvo la mala suerte de poner sus clases a la misma hora que un tal Hegel, que también enseñaba allí, no consiguió tener ningún alumno, si se exceptúa a un vecino suyo que acudía a las clases a curarse el insomnio y a dos checoslovacos despistados que creían asistir a clases de alemán para extranjeros.

Sin embargo, Schopen fue realmente afortunado, porque al ver que no conseguía la fama deseada, empaquetó sus dos levitas y el libro de cocina del que no se separaba nunca y se fue de la ciudad, aprovechando una epidemia; así que, mientras él se marchaba con un ataque de ira, por no haber alcanzado el éxito, Hegel moría con un ataque de cólera, cuyos bacilos entraron en su escuela sin pagar la matrícula.

La vida amorosa de este filósofo fue más bien desastrosa y nos duele decir que acabó en el onanismo más abyecto. Esto se explica, si se considera el tipo de mujeres que frecuentó. Él mismo narró sus amoríos con dos novias que tuvo, en su libro Parerga y Paralipómena. Si se ligó a dos individuas con nombres tales, no nos extraña que se hiciera misógino.

Un día, estando en una casa de huéspedes de Frankfurt, fijó su atención en un libro que se hallaba allí, calzando la mesa del comedor. Era la versión alemana de las obras de un tal Caldero o Calderoni, un escritor al parecer italiano, que incluían una pieza teatral llamada Il gran tiatro dil mondo. Este título le dio a nuestro hombre la idea para su filosofía y llegó a decir que el mundo era una representación. El mundo era un fenómeno. Como era corto de vista, no distinguió bien entre fenómeno y apariencia, por lo que los confundió, identificándolos. El mundo era apariencia o engaño.

Y como el mundo y todo lo que éste encierra era engaño, Schopenhauer se dedicó en adelante a engañar a la gente pretendiendo haber inventado una nueva teoría filosófica.

 

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