Don Juan de Austria

 

 



Leyendo una bonita aunque fea biografía de don Juan de Austria, me he topado con algunas incógnitas que crean dudas o, más bien, sospechas, sobre algunos secretos y oscuros enigmas desconocidos, celosamente guardados con reserva y sigilo, rayanos en el inexplorado misterio de lo ignoto, el velado arcano de lo escondido y el oscuro jeroglífico de lo incierto, de los que, además, no sabemos nada.

Fue hijo —según noticias aún no desmentidas— de Carlos V, un rey estupendo, y de su madre Bárbara (Blomberg), hijo natural, que era lo natural y lo que se estilaba entonces. Fue también hermanastro de Felipe II y de más gente, lo que convirtió en tiastro de Felipe III y tío-abuelastro de Felipe IV. De Carlos II sólo llegó a ser tío-bisabuelastro. Y no fue tío-tatarabuelastro de nadie, porque el Hechizado, en vez de dedicarse a lo que era su obligación, quedó irremediablemente estéril a causa de su manía de pasarse la vida carteándose con monjas.

Don Juan de Austria fue el amo de la Liga, como ya hemos dicho, aunque aún no se había inventado la compra de árbitros. Pero él se las apañó con la Santa Liga, como correspondía a un bastardo de la Contrarreforma. En ella, para luchar contra los turcos, que aspiraban a mangonear en el Mediterráneo, se unieron tres poderes: la Señoría de Venecia puso el proyecto, la Santa Sede puso la bendición y España —pringada ya— puso el dinero, los barcos, los hombres y la cara para recibir las bofetadas.

Bien es verdad que los turcos estaban puñeteros y molesteros. También es verdad que no sé por qué hay que partir de la premisa de que el Mare Nostrum era más nostrum que suyo. Asimismo es verdad que en Lepanto se les venció y expulsó del Mediterráneo. Pero no es menos verdad que, a los tres meses de la victoria de Lepanto, volvían a estar por allí haciendo lo que les daba la gana. Pero el triunfalismo español omitió contar esta segunda parte y sólo habló de la victoria de Lepanto, ocultando cuidadosamente el hecho de que tal victoria fue completamente inútil.

Fue Perich, creo (y si fue otro, que venga y me refute, si puede) quien mencionó que al inmortal don Miguel de Cervantes, herido en aquella batalla naval y conocido hoy como «el manco de Lepanto», se le conocía entonces como «el manco número 567 de Lepanto».

Cuentan los historiadores fidedignos (si es que tal cosa existe) que, cuando Felipe II supo que su hermano había vencido en Lepanto y volvía con vida a la Corte, exclamó: «¡Mecachis!» Porque tenía un miedo atroz a que quisiera usurparle el trono, ya que era más guapo que él (no era tan complicado) y ya sabemos que en este país la gente apoya a los príncipes guapos aunque no sirvan absolutamente para nada.

Decidido a quitárselo de en medio —y tras efectuar una novena a San Filiberto de Bencina para que le inspirase el curso de acción a seguir— el rey mandó a su hermanastro a arreglar la situación en los Países Bajos, lo que tenía pocas probabilidades de éxito, a decir de los expertos.

Don Juan de Austria no arregló nada allí, pero sí se las arregló para que le envenenaran, por lo que el rey le regaló a san Filiberto una túnica lila bordada suntuosamente en oro por cuatrocientas beatas bizcas de la Almunia de doña Godina, lo que había sido su oferta al santo si el óbito del otro se producía en un plazo razonable. El santo quedó muy satisfecho (también a decir de los expertos).

Sobre este aspecto de nuestra historia patria hay un testimonio valiosísimo y que arroja luz y más luz. Se trata del drama de J. Masefield, Phillip the King, estrenado en 1914, donde leemos:

«Chimichurri sauce. In a food processor, combine parsley, shallot, garlic, vinegar, olive oil, 1/4 teaspoon each of the salt and pepper. Pulse until combined; set aside. Heat a gas grill to medium-high heat or prepare a charcoal grill with medium-hot coals. Sprinkle remaining 1/4 teaspoon each salt and pepper over steak. Grill about 8 minutes per side. Remove steak from grill and place in a glass baking dish; spread the sauce over top and cover dish with foil; allow to sit for 5 minutes. Remove steak from dish and slice. Serve with sauce remaining in baking dish and rice, if desired.»

Después de esto, poco más se puede añadir.

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