Hagiografía refraneril

 



 Esta recopilación (cuyo título, por cierto, se pronuncia con gran dificultad, como habrán podido observar) está tomada del libro Guía para devotos despistados, del mismo autor, y explica cosas de santos, según nos cuenta el refranero popular, esa destilación de la experiencia del pueblo, llena de sabiduría y horterez.

 

San Pedro y san Elices, frío en las narices

Esto debe de ser algo que anuncia el invierno o cosa así. La sospecha que me asalta es que el tal San Elices no existió en absoluto, sino que es una manera de rimar con ‘narices’. Igualmente hubiera podido ser «San Pedro y San Briote, frío en el cogote». Yo hubiera optado por «San Pedro y San Renato, frío en el omoplato», porque San Renato sí existe. (Si a alguno, pese a lo antedicho, le consta que San Elices fue alguien, que lo diga y nos cuente su vida y milagros, que eso nos hará más píos.)

 

San Raimundo trae la golondrina del otro mundo

Este refrán alude al comienzo de la primavera y a esta ave, precursora del buen tiempo. El problema es que la golondrina viene de África. O sea, que África es «el otro mundo», puntualización teológica interesante si consideramos bajo esta luz afirmaciones como «Se fue al otro mundo» o «Los justos tendrán su recompensa en el otro mundo».

 

San Telmo en cubierta brilla: cierra muy bien la escotilla

Eso dicen los marineros cuando por la sobrecarga eléctrica del aire, anuncio del temporal, el llamado fuego de San Telmo o fuego fatuo llamea en las puntas de la arboladura de un barco. Lo que pasa es que es un refrán tan largo que, antes de que acabes de decirlo, ya te ha caído encima el rayo. De ahí su escasa difusión y fama.

 

Santa Rita, lo que se da no se quita

Con gran esfuerzo por su parte Santa Rita proporcionó un novio a una muchacha muy fea que se lo había implorado. El milagro no duró casi nada y el novio salió por pies. La chica increpó a la santa con estas palabras y reclamó lo que era suyo, pero la santa no le hizo caso, sino que la puso en espera, luego le pidió que le mandara un correo electrónico y le dio largas hasta que la chica se resignó a ser solterona.

 

San Jorge, mata la araña

Éste es un refrán sacro para vagos. ¡Anda y que no es más fácil matar la araña tú mismo, con cualquier objeto contundente, que invocar a San Jorge que, además, dicen los eruditos que es un personaje de ficción! Además, si luego va y sí que existe, a lo mejor se ofende porque se le llame para tal nimiedad, teniendo fama de matador de dragones.

 

San Blas de Huete, por sanar a uno mató a siete

La historia de este refrán es que la ermita de este santo se encuentra en un altozano, más alto que zano, al que cuesta mucho llegar. Tiene al lado un manantial con agua helada. El que sube allí, echando el bofe y sudando, bebe agua y se pone malísimo. Lo que pasa es que los santos no tienen una asociación de consumidores de milagros a la cual quejarse.

 

Santo Tomás, una y no más

Este dicho alude al hombre que tiene varias novias al mismo tiempo y acaba neurótico intentando vodevilescamente que no se descubran sus citas y que no coincidas todas las chicas en el mismo sitio. Como el final de estas situaciones es siempre trágico, surge el refrán anterior, indicando que se debe ser como Santo Tomás, que sólo tenía una novia.

 

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