Reseña de «El telegrafista de Barbastro», de Pedro Carrero Eras

 


Pedro Carrero Eras: El telegrafista de Barbastro, Ediciones del Viento, La Coruña, 2022, 2076 págs.

            La guerra es una de esas actividades que diferencia a los hombres de los animales. Y como tal, en ella el factor humano es lo más destacado. Pero lo que hay que contar de las guerras —si queremos que alguna vez lleguen a ser menos frecuentes— no son las gestas heroicas, que en definitiva no son sino formas de acabar con muchas vidas, formas a las que se premia con medallas. Lo importante es la tragedia personal, la del que se ve involucrado en el conflicto sin haberlo buscado, del inocente, del que sufre por los intereses de otros, del miembro de ese «tercer bando» —del que hablara Cela refiriéndose a nuestro conflicto de 1936— que vio cambiada su vida y se vio arrastrado a la vorágine de un conflicto absurdo como lo son todos, pues las ideas de servir para enriquecer nuestras perspectivas vitales, no para matar por ellas.

          Una excelente historia de este tipo es la que nos narra Pedro Carrero, destacado docente e investigador y especialista en la estructura narrativa, de la que ha impartido numerosos cursos y escrito textos normativos. Basándose de lejos en experiencias familiares, nos ha construido en torno a ellas una sólida narración que nos conmueve y a la vez nos muestra por dentro la verdad de lo que fueron aquellos años cainitas.

          Las andanzas de un telegrafista republicano destinado en Barbastro, su huida con su familia y su inserción en el bando franquista, con el proceso de depuración que ello conllevaba, constituyen la trama de este libro, que nos cuenta de manera directa intensa los sucesos dramáticos que tuvieron lugar aquellos tiempos y lugares. El protagonista nos narra en primera persona lo que vio y lo que sintió. Se nos recrea la guerra en la mirada de un hombre honesto, tranquilo y pacífico, que tiene que esconder su sentido crítico en pro de la propia supervivencia.

          Estamos ante un texto impecable en lo estilístico: amplio vocabulario, claridad expositiva, la «calidad de página» que mencionaba Julián Marías (ese nivel que debe mantenerse a lo largo de todo el libro y que debe hacernos interesarnos por su lectura, abramos al azar la página que abramos) y, sobre todo, la suprema cualidad de todo narrador: saber elegir, saber diferenciar lo que merece ser contado de aquello que no añade nada al total. El libro de Pedro Carrero es integral; cualquier párrafo que elimináramos mermaría su calidad. En suma: una novela clásica en el mejor sentido, cuyo elegante estilo nos hace recordar aquellos grandes autores de antaño, muchos de ellos hoy olvidados, como Gabriel Miro.

 

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