(PARTE 2: LA CULPA ES DE LOS HABLANTES)
Pero no son sólo los periodistas los culpables de que los eufemismos trastoquen el sentido de la lengua; las personas normales también (esta frase, así redactada, parece indicar que los periodistas nos son personas normales y, efectivamente, eso es precisamente lo que quiere indicar).
Bueno. La gente común quiere siempre parecer más importantes de lo que es. Es lo que Freud llamaría la sublimación del complejo de eunuco. Ocultamos nuestra realidad bajo palabras rimbombantes con la esperanza de que los otros no conozcan bien el idioma y nos admiren, porque nos preocupa mucho nuestra imagen. Necesitamos que se nos considere. Esto es un fenómeno propio de la sociedad moderna y me dicen que también de todas las antiguas. Queremos aumentar como sea nuestro prestigio profesional y lo hacemos llamando a nuestra ocupación con una denominación fraudulenta. Es un esnobismo del que pocos nos libramos.
Siempre ha habido profesiones con mala prensa, por lo que es lógico querer dignificar aquellos trabajos que han estado mal considerados socialmente. Ya no hay chulos, sino proxenetas, palabra griega que parece elevarlo de rango. Las prostitutas se hacen llamar acompañantes y tenemos funcionarios de prisiones (carceleros), agentes sanitarios (barrenderos), procesadores de residuos urbanos (basureros), intermediarios financieros (prestamistas) o verificadores fiscales (inspectores de Hacienda).
Paletos como somos, consideramos que los pringados de otros países son menos pringados que nosotros y por eso usamos extranjerismos. Las palabras de otras lenguas siempre nos han parecido más elegantes. Por eso empleamos chef (cocinero), manager (gerente, representante, apoderado) o barman (camarero).
Por otra parte, nuestra burricie congénita nos hace admirar a todo aquel que sabe algo, por poco que sea. Adoramos la técnica. Ésta es como una palabra mágica que dota de prestigio a quien la tiene. Así es que todos nos convertimos espuriamente en técnicos de algo: técnicos de mantenimiento (mecánicos), técnicos de parques y jardines (jardineros), técnicos en combustible vegetales (leñadores), técnicos en manipulación de alimentos (cocineros) y A.T.S o auxiliares técnicos sanitarios (enfermeros), que pueden ser también auxiliares técnicos sanitarios de transportes (camilleros). (A la acompañante de antes también se la conoce como perita en amor.)
Subida de nivel. Un procedimiento usual es subir artificialmente el rango. Cobras el mismo sueldo, pero parece que tienes más mando. Así hay supervisoras de productos en preventa (cajeras), empleadas del hogar (criadas), empleados de finca urbana (porteros) y tripulantes de cabina o ayudantes de vuelo (azafatas), aunque no te ayuden a volar.
Cultismos. Si la palabra tiene una raíz culta, el oficio se considera más digno. Existen podólogos (callistas), estilistas (peluqueros), pedagogos (maestros) y odontólogos (dentistas).
Así es que el resumen de lo antedicho es que somos todos unos grandísimos gilipollas. (Perdón: estultos.)
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