Que no se me malinterprete, no quiero acabar con los museos, ¡Dios me libre! Yo soy un acérrimo defensor de la cultura. Y he leído en algún sitio que si has visto el «Guernica» de Picasso eres mucho más culto que si no lo has visto.
Lo que yo me propongo es todo lo contrario: acercar el arte al pueblo. Porque la gente normal no va a los museos ni a la de tres. Algunos son caros, algunos pillan lejos y alguno, ¿para qué nos vamos a engañar?, son muy aburridos de visitar. Además, las largas colas para entrar en El Prado, por ejemplo, disuaden a muchos.
Pero hay que ver arte, señores, aunque sea difícil. Y yo doy la solución para compaginarlo todo.
Se trata de sacar el arte fuera de los museos y llevarlo a las calles. Mediante algún eficaz sistema de enganche, caso de aceptarse mi propuesta, se colgarían de la trasera de los autobuses urbanos los cuadros principales de nuestros museos. Lo que sigue es fácil de imaginar: el autobús hace su ruta, el cuadro se pasea y todos pueden verlo unos instantes. Si se desea verlo más tiempo, no hay sino coger el coche y seguir al autobús durante un rato, disfrutando especialmente de los grandes maestros de la pintura cuando se pare en un semáforo. Permutando los cuadros en las diferentes líneas urbanas, al cabo de un tiempo de rotaciones, todos los barrios de una ciudad habrán visto ese cuadro maravilloso que estaba en el sótano de un museo y que no se iba a ver de otra forma.
Creo que mi propuesta merece consideración.
Por otra parte, como sería injusto que sólo los madrileños gozasen de los cuadros de El Prado, por ejemplo también, convendría sacarlos a provincias. Se podrían hacer exposiciones monográficas de un pintor colgando sus cuadros en un tren, uno por vagón. La gente de los pueblos subiría a la estación a ver pasar el tren y disfrutarían por unos momentos de la exposición en movimiento. Volverían a sus casas mucho más cultos que antes.
Mi idea está únicamente en germen y quedan aún otras muchas posibilidades por explorar.
Algún aguafiestas dirá que la logística de todo esto costaría dinero. Es cierto, pero en cambio nos libraríamos de una gran cantidad de turistas japoneses.
Los cuadros se deteriorarían ligeramente con la lluvia y las emisiones de CO2, pero algún inconveniente tenía que tener la cosa, ¿no?
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