Autoloa

 


  Un ovillejo laudatorio

 

Un ovillejo es probablemente ante la más pigre de las composiciones poéticas que se hayan inventado nunca. El ovillejo (hasta su nombre es repugnante) es un verso con un nombre metido dentro y al que hay que sacar a la luz tirando de las palabras, como si se tratara de un ovillo de lana para un jersey que nos estuviera haciendo nuestra abuela. Son octosílabos seguidos de un pie quebrado (¡así se lo quebrara el que los inventó!), seguidos de una redondilla cuyo último verso se hace con los pies, y nunca mejor dicho.

Por si esto fuera poco para odiarlo, añadiremos que era la composición preferida de Cervantes.

(NOTA.—Como la gente no me dedica libros ni me escribe comentarios elogiosos que halaguen mi vanidad, me veo en la imperiosa necesidad de hacérmelos yo mismo, para lo cual aprovecho el siguiente ovillejo de ejemplo.)

 

 *

 

¿Quién merece tal honor

que es superfluo que se explique?

Enrique.

 

¿Quién es un gran escritor

de primera magnitud?

Gallud.

 

¿Quién se muestra superior

al necio humano tropel?

Jardiel.

 

Pues méritos a granel

acapara este señor,

es cierto que es el mejor

Enrique Gallud Jardiel.

 

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