El manantial inagotable

 


Me consuela la idea de que si no se me ocurrieran más temas para escribir, siempre podría nutrirme de las porquerías lingüísticas que días tras día ponen de moda nuestros medios. Cada una de ellas nace con su parodia en potencia, pidiendo a voces que alguien la haga.

La mayor parte de tales porquerías llevan la estupidez hasta el oxímoron, como ocurre con «impuesto revolucionario», ya que los impuestos suelen ser privativos de los estados estables. Si en medio de una revolución alguien te pide dinero para financiar cualquier cosa, eso se llama extorsión en las tierras de garbanzos.

La falta de precisión nos dice que la gente «viaja por la ciudad» (cuando viajar implica siempre ir de una ciudad a otra) o que en medio de la guerra la gente «escucha los disparos» (cuando escuchar es un acto volitivo y voluntario; parece que, si suenan tiros cerca de donde estés, puedes optar por no oírlos). En el fútbol, en vez de tiempo añadido hay «tiempo de descuento». ¿Cómo se puede descontar un tiempo que ya ha transcurrido? El mismo Einstein se las vería y se las desearía para entender esta metafísica temporal tan complicada.

Otra variedad divertida de estupidez es la adjetivación redundante, reiterativa y pleonásmica, como sucede en «amigo personal». ¿Se puede tener un amigo impersonal, como si intimásemos con una grapadora? «Tengo la posesión de un gato felino que bebe ingurgitando leche láctea en un cuenco recipiente que le pongo colocado en la superficie del piso de mi casa domiciliar», podría decirse en parangón. Los fabricantes de bolígrafos y recambios de tinta para impresoras salen ganando con esta prosa.

Entre mis preferidos figuran «hora estimada» y «crecimiento cero».

¿Y las «actuaciones medioambientales»? Resulta que todas las comedias que se representan están repletas, sin saberlo, de actuaciones medioambientales, pues todas tienen lugar dentro del medio ambiente, por lo que puedo colegir. ¿Cómo se podría actuar fuera del medio ambiente? ¿En el vacío del espacio sideral, con traje y escafandra? Los actores podrían decir sus diálogos por el micrófono. Pero las mutaciones las veo un poco más complicadas. ¿Cómo representar el Tenorio, por ejemplo, que tiene siete actos y seis decorados distintos? Los tramoyistas lo tendrían difícil. A no ser que la expresión signifique otra cosa. Quizá que cuando hay un incendio forestal, los que van a apagarlo no lo apagan, sino que sólo fingen apagarlo, que su acto de apagamiento no es más que una «actuación». Eso explicaría muchas cosas.

 

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