Contra la noción de las crisis económicas
Yo en esto de la economía soy profano, no en la acepción de ignorante, sino en la de no creyente.
Bueno, yo empecé siendo totalmente incapaz de entender el intríngulis de la cosa esa económica. Por más que me lo explicaban, nada, que no me aclaraba. Hacía preguntas a las que o no me sabían contestar o lo que contestaban no me servía.
Por ejemplo: el dinero. El dinero es sólo papel que responde a una riqueza real en patrón oro u otro similar. Con grandes esfuerzos se saca el oro de debajo de la tierra en Sudáfrica o sitios así, para luego volverlo a meter debajo de la tierra en un sótano de un banco nacional. No veo lógica en tal derroche de actividad.
Además, si los billetes responden a un oro que existe bajo tierra, mientras los billetes sean los mismos y nadie haya robado el oro, tendrían que valer lo mismo. Entonces, si el presidente de la nación se acatarra o se pega un trastazo con el coche presidencial, no sé por qué la moneda de ese país se devalúa, si el oro sigue allí, aunque el presidente haya acabado en el hospital con una pelvis de plexiglás. Nunca lo entendí.
Pero ahora me he quitado de complejos y he llegado a penetrar en los misterios recónditos del universo y a saber que la economía es la cosa más sencilla del mundo. Lo he hecho reflexionando sobre todo esto que está pasando, ya saben: las caídas de las bolsas y esas cosas. Y la clave me la han dado las patatas.
Porque las patatas que hay en el mundo son las que hay. Si nos las vamos comiendo entre todos, van quedando menos. Y si se cultivan más, hay más. Y si el número de las que se cultivan y de las que se comen no difiere mucho, entonces no hay problema.
Pero el dinero no es así. El dinero no nos lo comemos como las patatas (ni tampoco lo quemamos). O sea, que si hoy hay tanto dinero en el mundo, mañana sigue habiendo más o menos el mismo.
DINERO Y PATATAS
Contra la noción de las crisis económicas
Yo en esto de la economía soy profano, no en la acepción de ignorante, sino en la de no creyente.
Bueno, yo empecé siendo totalmente incapaz de entender el intríngulis de la cosa esa económica. Por más que me lo explicaban, nada, que no me aclaraba. Hacía preguntas a las que o no me sabían contestar o lo que contestaban no me servía.
Por ejemplo: el dinero. El dinero es sólo papel que responde a una riqueza real en patrón oro u otro similar. Con grandes esfuerzos se saca el oro de debajo de la tierra en Sudáfrica o sitios así, para luego volverlo a meter debajo de la tierra en un sótano de un banco nacional. No veo lógica en tal derroche de actividad.
Además, si los billetes responden a un oro que existe bajo tierra, mientras los billetes sean los mismos y nadie haya robado el oro, tendrían que valer lo mismo. Entonces, si el presidente de la nación se acatarra o se pega un trastazo con el coche presidencial, no sé por qué la moneda de ese país se devalúa, si el oro sigue allí, aunque el presidente haya acabado en el hospital con una pelvis de plexiglás. Nunca lo entendí.
Pero ahora me he quitado de complejos y he llegado a penetrar en los misterios recónditos del universo y a saber que la economía es la cosa más sencilla del mundo. Lo he hecho reflexionando sobre todo esto que está pasando, ya saben: las caídas de las bolsas y esas cosas. Y la clave me la han dado las patatas.
Porque las patatas que hay en el mundo son las que hay. Si nos las vamos comiendo entre todos, van quedando menos. Y si se cultivan más, hay más. Y si el número de las que se cultivan y de las que se comen no difiere mucho, entonces no hay problema.
Pero el dinero no es así. El dinero no nos lo comemos como las patatas (ni tampoco lo quemamos). O sea, que si hoy hay tanto dinero en el mundo, mañana sigue habiendo más o menos el mismo.
Y si hay mucha gente que tiene menos que ayer, se deduce lógicamente que hay otra gente que tiene más. Porque el dinero sigue estando en este planeta.
Y si se dice que hay crisis económica no es porque haya cuatro infelices sin un duro, sino porque mucha, mucha gente tiene menos dinero que ayer. Si de diez personas hay ocho a las que les va mal, hay dos a las que les va muy requetebién.
La economía es tan sencilla como eso. El dinero, a corto plazo, ni se crea ni se destruye, sólo se traslada.
La inmensa mayoría de la gente tiene mucho menos dinero que antes.
Así es que lo que los expertos economistas tendrían que decir es quién demonios se lo ha quedado.
Y si hay mucha gente que tiene menos que ayer, se deduce lógicamente que hay otra gente que tiene más. Porque el dinero sigue estando en este planeta.
Y si se dice que hay crisis económica no es porque haya cuatro infelices sin un duro, sino porque mucha, mucha gente tiene menos dinero que ayer. Si de diez personas hay ocho a las que les va mal, hay dos a las que les va muy requetebién.
La economía es tan sencilla como eso. El dinero, a corto plazo, ni se crea ni se destruye, sólo se traslada.
La inmensa mayoría de la gente tiene mucho menos dinero que antes.
Así es que lo que los expertos economistas tendrían que decir es
quién demonios se lo ha quedado.
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