Libros y amos

 


Utopía cultural

 

          Tengo un sueño.

          No estoy plagiando a Martin Luther King en su famoso discurso de 1963 en las escalinatas del Monumento a Lincoln, no. Lo que quiero decir es que tengo repetidamente un sueño (del que me despierto siempre antes de que concluya) en el que entreveo una bonita sociedad del futuro, un mundo utópico donde la gente ama los libros.

          Creo saber de dónde me ha venido la idea que luego mi subconsciente convierte en sueños en technicolor. Lo contaré.

          Yo leo o, como diría Borges, abundo en la lectura de una página web estupenda de bibliotecarios imaginativos, «Librarian Apocalipsys», elaborada por unos señores que sospecho que tienen como objetivo dominar el mundo. Son algo así como la organización «Spectra» de las películas de James Bond, pero en versión erudita.

          Yo les felicito, les deseo lo mejor y, desde aquí, les auguro el éxito.

          En mi sueño, los bibliotecarios son los celotes del futuro. Cuando la humanidad se vuelve culta, sensible y lee todo lo que hay que leer (cosa que pasa dentro de muy poquito tiempo), los bibliotecarios controlan todo lo controlable. Se les asigna en la sociedad el papel dominante que en puridad les corresponde. Ellos son nuestros maestros y mentores. Nos dicen qué hacer, cómo y cuándo, y a todos nos va mucho mejor que ahora, ¡dónde va a parar!

          A mí me gusta ser optimista.

          ¿Y cómo cambia el mundo según mi sueño, me preguntarán ustedes? Es fácil de contar.

·       Los domingos se retransmiten lecturas en prime time por todos los canales de televisión. Las audiciones de obras de autores galardonados con el Nobel o con premios nacionales de cualquier clase se hacen previo pago (PPV).

·       Las universidades conceden becas a aquellos que, aunque sean malos jugando al rugby, demuestran que saben leer y escribir.

·       Cada cuatro años tienen lugar las Audiciones Olímpicas, donde literatos de todos los países compiten en todos los géneros. A los participantes se les efectúan controles ant-doping para asegurar que no han estimulado la imaginación literaria mediante el uso del cannabis.

·       El Mundial de Teatro también atrae bastante atención. La selección de actores de cada nación representa una pieza dramática. (Los autores de la misma juran ante la prensa que, si no ganan, dejarán de escribir para siempre, pero luego no cumplen lo prometido.)

·       Los escritores más elogiados por crítica y lectores ocupan cargos políticos en sus respectivos países. La función democrática del ciudadano consiste, pues, en elegir a los mejores emborronadores de papel. Los partidos políticos se convierten en asociaciones de autores que cultivan géneros literarios específicos y, por ejemplo, tras cinco años de gobierno de los novelistas, encabezados por su mejor exponente, llegan al poder los poetas. Los ensayistas e historiadores tienen que formar coalición, si quieren llegar a gobernar alguna vez.

Cuando me despierto y me acuerdo de que de uno de mis libros se vendieron exactamente cuatro ejemplares, que me proporcionaron exactamente 5,04 euros en derechos de autor (tras descontar impuestos), el chasco que me llevo no puedo describirlo en un idioma tan limitado como el castellano.

 

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