La felicitación de cumpleaños es un género literario modestito que va a desaparecer (si es que no ha desaparecido ya y nosotros no nos hemos enterado aún).
Antiguamente se solían escribir cartas con parabienes. Luego se hizo habitual comprar tarjetas ya escritas, donde podían leerse frases (supuestamente) graciosas, en las que solapadamente y con eufemismos te decían que ya habías cumplido una pila de años, demasiados. Ahora ya basta con un click informático en cualquier red social.
Pero los amantes de la literatura no nos resignamos a esta decadencia y por eso instamos a que se vuelva a poner de moda eso de escribirles cosas personalizadas a nuestros seres queridos; y, cuanto más largas y complicadas, mejor.
He aquí un ejemplo de felicitación como Dios manda.
Querido........ (Aquí se pone el nombre del interfecto homenajeado.)
En este día te deseo:
que sigas como un muchacho,
y trabajes con provecho;
que no estés insatisfecho,
ni te repita el gazpacho;
que ningún guiso te empache;
que goces a troche y moche;
que ni se te rompa el coche,
ni caigas en ningún bache;
que hagas siempre tu capricho;
que nunca te falte un techo,
ni te hagan un traje estrecho,
ni te pique ningún bicho;
que estés más chulo que un ocho;
que el licor no te emborrache;
que no sufras cambalache,
estampita o toco mocho;
que tengas llena la hucha
y sigas con buena facha;
que ni pases mala racha,
ni resbales en la ducha;
que jamás te encuentres pocho,
ni con la salud pachucha,
sino ágil como una trucha
y fresco como un bizcocho;
que no vivas mala fecha
y no muevas mala ficha;
que no conozcas desdicha
y sigas siempre en la brecha.
¡Feliz cumpleaños, macho!
¡Ya sabes que eres un hacha!
(Y si leer esto te empacha
¡haberte saltado un cacho!)
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