He adquirido el compromiso de escribir un ensayo sobre los
lobos en las letras y el arte y me veo metido en un buen lío, porque de lobos
—¿para qué vamos a mentir?— yo no tengo ni idea.
Pero ¿es que no tener ni idea de algo
te impide escribir sobre ello? Evidentemente, no. Si la gente sólo escribiera
de lo que sabe, no existiría el periodismo. Así
es que lobos. ¡Bien! Empecemos... (Media
hora más tarde.) No hemos empezado aún, pero es que el asunto se las trae.
Así es que intentaremos ver a los lobos desde varios puntos de vista.
El lobo escritor
Hay famosos lobos literarios. El
primero es Lope de Vega, cuyo nombre viene del latín Lupus, ‘lobo’, como ustedes no ignoran. Es nombre con garra, pues
era el segundo (se llamaba Félix Lope) y el Lope desplazó al apellido, de
suerte que en muchos índices se le cataloga por Lope y no por Vega Carpio, que
es lo suyo.
El lobo novelístico
Está El lobo estepario, magnífica novela
de Hermann Hesse, sobre la soledad y la transformación interna del individuo.
No recomendaré su lectura a nadie, porque es un libro que te transforma y yo no
quiero responsabilidades ni cargar con el muerto.
El lobo poético
Rubén Darío escribe sobre Los motivos del lobo. Hay un lobo malo,
llega San Francisco de Asis y lo amansa. Le obliga a que viva en el pueblo,
como si fuera un perro, y todos los del pueblo le muelen a palos todos los
días. Aprovechando que San Francisco se ha ido de vacaciones, el lobo abandona
el pueblo y vuelve a su cubil. Es un poema precioso y a la vez inmundo sobre
cómo quería San Francisco que fueran de serviles los animales.
El lobo cuentístico
Es el cuento del niño que gritaba
«¡Que viene el lobo!» y luego, cuando el lobo venía de verdad, nadie le hacía
al niño ningún caso. Eso pasa mucho en política. Véase que siempre se muestra
al animal como un ser malvado, ¡pobrecito mío!, sólo porque quiere comer. Eso
es cosa de seres salvajes, y lo que se hace hoy en día en Gaza, cosa de seres
humanos, al parecer.
El lobo cinematográfico
El lobo de Los tres cerditos me parece un infeliz y yo estoy siempre de su
parte. Los personajes hacen lo que les exige su naturaleza. La naturaleza del
lobo es comerse a los cerditos (y la de muchos humanos amantes del fiambre, por
otra parte) y él no intenta otra cosa. Mientras que los cerditos del cuento
sólo muestran defectos palmarios: dos son vagos y uno, escamón y receloso.
Cuando el lobo les persigue e intenta entrar por la chimenea le ponen un
caldero de agua hirviendo, para que se escalde el trasero, con gran crueldad y
premeditación. Es un cuento inmoral y enseña a los niños que si alguien entra
en tu casa sin tu permiso, lo que hay que hacer no es demandarle ante un
tribunal por allanamiento de morada, sino emplear contra él la violencia más
efectiva.
El lobo televisivo
Que es, por definición, ese tipo de
lobo del que nos hablaba Félix Rodríguez de la Fuente, gran cazador él y
matador de muchos, muchísimos lobos antes de arrepentirse. Ese lobo es un gran
representante de la fauna hispana (y no me refiero a nuestros políticos). Los
lobos me son a mí especialmente simpáticos por su relación con los perros, que
son de lo mejorcito que la evolución ha permitido surgir en este planeta.
Perros-lobo o lobos-perro, dos libros que sí recomiendo encarecidamente
(aunque, en realidad, con esta crisis todo está encarecido) son Colmillo blanco y La llamada de la selva, de Jack London.
El lobo refranil
Cansadas de cotillear sobre sus
vecinos, las gentes de los pueblos hablan de los lobos merodeadores y
meriendadores (de ovejas). Así surgen refranes para dar y tomar. Por ejemplo, «Del
lobo, un pelo», dicho que nunca he sabido qué quiere decir. «El lobo está en la
conseja», que equivale a decir que alguien se ha metido en camisas de once
varas, que viene a ser una talla 44. También, «El lobo, harto de carne, se
metió fraile», «Muda el lobo los dientes y no las mientes» y otros así de
estúpidos. A mí me gusta «Pillar un lobo», expresión ya demodé para referirse a una borrachera.
El lobo heráldico
Ésta es una figura interesantísima. En
un escudo de armas podemos hallar en ocasiones un perro o un lobo. Pues bien,
su significado es curioso. Un perro significa que al dueño del escudo se le
confió una plaza (un castillo, etc.) y lo defendió con lealtad de sus enemigos
que lo sitiaron. No se rindió y devolvió el castillo intacto a su legítimo
dueño. Un lobo significa lo mismo, pero con el añadido que aquel a quien se le
había confiado la protección del castillo no sólo impidió que los enemigos lo
tomasen, sino que además hizo incursiones esporádicas en el campamento de los
sitiadores, causándoles numerosas bajas. Como recompensa a esta fiereza se
coloca un lobo en su escudo.
El lobo simbólico
En el antiguo Egipto, el lobo era el
símbolo del valor. En Roma, era símbolo del ama de cría, ya que Rómulo y Remo
fueron amamantados por una loba. Si aparecía uno en una batalla, era buen
auspicio, sobre todo si el enemigo se asustaba y salía corriendo, dejando libre
el campo de batalla. Se le consagraba a Apolo y a Marte, aunque me temo en la
tal consagración le harían cosas al lobo que no me gustaría que me las hicieran
a mí.
El lobo mítico
Cuenta Heródoto (aunque no sabemos si
hacerle caso o no) dicen que los escitas consideraban que cada hombre se volvía
lobo una vez al año (que no hacía daño). Esto ha dado lugar a mucha mala
literatura.
(Hay aún otra variedad de lobo: el
lobotómico, pero de ése hablaré otro día.)
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