«Ya viene la vieja», villancico zen





Sí, zen, porque otra cosa no se explica. Las técnicas del zen consideran que la mente es un instrumento imperfecto para aprehender la realidad e intentan hacernos alcanzar el estado de satori por caminos ilógicos. Es lo que yo llamo «A la gracia por el absurdo».
          Y se encuentra en algunos villancicos de Navidad, llegados a nosotros de la mano de la tradición, lo que nos conduce a hacernos una idea muy pobre de la tradición. Un análisis somero de cualquiera, tomado al azar, nos ilustrará sobre algunas memeces que cantamos anualmente.
          He elegido para mi exégesis el famoso villancico castellano titulado Ya viene la vieja. Desglosémoslo.
Lo primero que nos cuenta la partitura es que mientras las sopranos descansan (no sé de qué, porque aún no han empezado a cantar), contraltos, tenores y bajos cantan «Tn, tn, tn, tn».
          Han leído bien: «Tn, tn». No «Tun, tun», ni siquiera «Dum, dum», ni muchísimo menos «Pom, pom», sino «Tn, tn». ¡Ya me dirán cómo se canta eso sin desafinar!
          A la letra:
Ya viene la vieja
          No «una vieja», lo que empezaría a contarnos una historia desde el principio, sino «la vieja»; o sea: una que ya conocemos. Aunque yo no sé a qué vieja se refiere. Sigue:
con el aguinaldo
          Viene a darle el aguinaldo a alguien, eso parece claro, pero ¿a quién? ¿A nosotros?
le parece mucho
          Vamos, que la vieja es tacaña. Si le parecía mucho aguinaldo, no tenía que haber traído tanto cuando decidió venir. Estos arrepentimientos de última hora no son nada sensatos. Pero lo peor es que añade:
le viene quitando
Aparte del anacoluto, no sabemos qué es lo que quita ni a quién. ¿Le quita parte al aguinaldo? ¿Es que sisa? ¿En qué consistía el aguinaldo? ¿Ninguno entre los millones de villanciqueros que lo han venido cantando durante años se dio cuenta de que esta frase carece de coherencia y no tiene sentido? ¿Es que somos loros? ¿Somos autómatas? ¿No sabemos lo que decimos ni cantamos? ¿Llamamos tradición a un discurso incoherente? ¿Transmitimos absurdos a nuestros hijos? ¿No se acabará nunca este párrafo lleno de preguntas retóricas? ¿Ustedes qué creen?
Ahora viene el estribillo.
Pampanitos verdes, hojas de limón, la Virgen María, madre del Señor.
          Aquí hay que profundizar. Si prescindimos momentáneamente de las hojas, entonces lo que nos queda es La Virgen María, madre del Señor. Sí, pero, La Virgen María, madre del Señor... ¿qué? Falta el verbo para saber qué hace la Virgen. Y sin verbo (sin acción) no hay frase, sólo un sujeto solo y despistado. Más incoherencias. O bien es una enumeración de tres términos: 1) Pampanitos verdes; 2) Hojas de limón; 3) La Virgen, erróneamente catalogada en un grupo botánico.
          Luego Ya vienen los reyes por el arenal y le traen al niño un torre real.
¡Vaya! ¡Esto ya indigna! ¡Un torre real! Aparte de la dificultad de transportar una torre entera por el desierto y de que yo no sé cómo se puede diferenciar una torre real de una vasalla, «un torre» es un verdadero asesinato de la lengua. Rompe toda lógica y es un rato zen. Además, ¿qué va a hacer el niño con una torre, que no le cabrá en el portal? Y, si es real, Herodes tendrá envida y se la querrá quitar, lo cual es invitar problemas. El capricho de los reyes pudo meter al niño en verdaderos líos. Se me ocurren, además, muchas mejores cosas que llevarle a un niño. Los reyes no tenían nada de imaginación, por lo visto.
Última estrofa:
Ya vienen los reyes por aquel camino y le traen al niño sopitas de vino.
          Aquí la memez ya ofende, por varias razones. No hay que dar alcohol a los niños, pero mucho menos en sopa. Seguro que su madre le podría haber hecho una sopa mejor que la que le trajeran los reyes, hecha vaya usted a saber cuándo, en medio del desierto. Y que le llegaría fría. Un verdadera porquería, vamos. Y el niño se la tendría que tomar para no ofenderles.
La canción acaba con «Tn, tn» y, la verdad, no nos hace muy felices.


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