PIEZA TEATRAL SURREALISTA
(Es de día,
pero nunca en miércoles. El alba salta a la comba bajo las pupilas de los
guardias civiles y los ríos trepan boca abajo creyéndose un postre de natillas.
Un gallo, ante un atril lleno de partituras, hace gorgoritos góticos, pero sin
expedientes, mientras Buster Keaton se rasca un codo y hay almejas.
El escenario
ha de estar dividido, no importa por donde, pero de manera contestataria. Se
oye música de jazz y se para luego, a gusto de alguien. En
escena el Hombre y su Contrasombra.
No es ni de día ni de noche, pero las ventanas bailan al son de su misterio.
Sería deseable la participación del público colectivo.)
Hombre.—(Saliendo
de algún sitio.) Esta obra no es para todos. (Saca a escena un pozal,
que nos mira con conmiseración.)
Contrasombra.—¡Imbécil. (Le
da una bofetada.)
Hombre.—Gracias.
Contrasombra.—¿Y bien?
Hombre.—(Con
modestia.) El pozal.
Contrasombra.—¡Oh! Eres
grande. Siempre te había creído un majadero. A Napoleón le gustaban las
empanadas de boniato. Pero hoy, tras tu gesto, te saludo. ¡Kikirikí!
Hombre.—¡Gracias de
nuevo! (Los hombres-trauma se apagan bajo el puente de Brooklyn.)
Contrasombra.—Estamos en
la era del símbolo, el plástico y los video-games.
Pero nadie fue profeta. Tenlo presente. (Se acerca al pozal. Frank Sinatra
se ha comprado una bicicleta y lloran.)
Hombre.—No.
Contrasombra.—¿Cómo se
llama?
Hombre.—(Escupiéndole
al público, caso de haberlo.) Se llama esperanza y anhelo, el hombre
abierto.
Contrasombra.—¿Viene?
Hombre.—Va.
Contrasombra.—¿Adonde?
Hombre.—Afortunado
tú que lo ignoras.
Contrasombra.—(Dudando
durante unos instantes.) Sí, escucha. (Recita.) «Del amor nacía
la vergüenza, pero no empieces, que nos retraía del mal y el cuidado que nos
impelía para el bien. Sé totalmente veraz, Martino...»
Hombre.—El pozal. The
bucket. Le seau.
Contrasombra.—«Que es un
vigor de la muerte, rota, rota para siempre, por los lavabos de su destino,
cual hambre y ceniza, si a eso vamos.»
Hombre.—¡Bravo! (Quedan
ambos callados y contemplan el pozal con ojos reminiscentes. A lo lejos se oye
el silencio de las ventanas putrefactas. Cae lento el telón, que ha de ser
ráfaga huidiza como mínimo. El gallo
se queda mirando en turco. En Brooklin, las bicicletas lloran gachas desde las
ventanas verdes de los grandes almacenes.)
TELÓN
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