Me cargo al testigo de cargo





Una comedia de juicios
genial: Testigo de cargo,
(Witness for the Prosecution),
de la que después rodaron
una película chula
con Tyrone Power, Charles Laughton
y esa señora chupada...
No, no; no es la Greta Garbo;
no es Audrey Hepburn tampoco.
¡Canastos! Se me ha olvidado.
Es que la edad no perdona
y tengo frecuentes lapsos.
En fin, como no me gusta
quedarme así de atascado,
lo que podemos hacer
es que me salto este dato
y ya se lo digo luego,
cuando me acuerde. Empezamos.

El argumento del drama
nos presenta a un abogado
al que acaban de operar
y que ha quedado hecho un asco.
Le han prohibido los licores,
todo tipo de tabacos,
todo trato con mujeres
y toda clase de casos.
Ya dirán qué más le queda,
si está viejo, gordo y calvo,
si no tiene ni un amigo,
ni tiene perro, ni gato,
televisión, ni Play Station
y todo le importa un rábano.

El hombre se aburre a mares
y así, al primer acusado
que quiere que le defienda
le dice que sí de un salto,
sin importarle el peligro
que tiene pronosticado.

Dicen que mató a una vieja
para robarle los cuartos.
Él jura que no lo hizo.
Luego resulta... ¡ay, canastos!,
que casi sin darme cuenta
estoy aquí destripando
de pe a pa el argumento
y mostrándolo diáfano.
No era ése mi objetivo,
sino dejarles muy claro
que Agatha Christie posee
un don fabuloso y mágico
para, a fuerza de guión,
conseguir un exitazo.

Ni en el drama ni en el film
se sacuden de trompazos;
no se persiguen con coches;
no meten porno, ni sado;
no hay efectos especiales;
no hay exteriores, ni campos;
no incluyen bailes, ni música;
no hay derroche escenográfico.
Es sólo una alta comedia
en el estilo británico
con un suspense tan intenso
que no lo salta un gitano.

Y el film nos hace añorar
a los cinéfilos natos
aquellos dorados tiempos
en que los americanos
a las artes de este mundo
contribuyeron en algo.

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