Los intereses creados

 

Los intereses creados,

(farsa de polichinelas

en un prólogo y dos actos)

es de don Jacinto Bena-

vente la mejor de todas:

un pedazo de comedia.

 

A una ciudad italiana

arriban dos sinvergüenzas,

Leandro y Crispín, que han huido

disfrazados y por piernas

de la justicia, y que vienen

para ver lo que se tercia,

por si les sonríe la suerte

y pueden dar un bragueta-

zo de padre y señor mío.

(¡Ay, qué falta de fineza!)

Aunque no tienen dinero

ni para comer lentejas,

pretendiendo ser dos nobles,

se instalan en una venta,

hacen amistad con un

soldado y con un poeta,

fingen ser dos ricachones,

logran que todos les crean

y preparan una estafa

digna de su picaresca.

 

La cosa es enamorar

a alguna doncella lela;

puede servir, por ejemplo

la hija de Polichinela,

un malvado asesinante

que tiene muchas pesetas.

Leandro emboba a la muchacha

y cuando el padre se entera

de que su futuro yerno

y su amigos son dos jetas

ya es tarde, pues todo el mundo

tiene empeñadas sus rentas.

Pues si Leandro se casa,

tras matrimoniar, hereda

y puede pagar a todos

sus préstamos y sus deudas.

Mas si no se casa, entonces,

ellos irán a galeras

y todos los acreedores

se quedarán a dos velas.

Así es que cogen al malo

cuada uno por su cuenta,

le hacen ver lo conveniente

y todos le recomiendan

que no sea tan tiquis miquis

y que case a la chiqueta

con Leandro y ¡Santas Pascuas!

Así acaba la comedia.

 

¿Qué aprendemos de esta joya

literaria de la escena?

Muchas cosas: que en la vida

sólo vale la solvencia;

que los hombres son ladrones

de los pies a la cabeza;

que nada cuenta lo cierto,

sino sólo la apariencia;

que hay corrupción por doquier,

los tontos están en celdas

y los listos, por la calle,

rodeados de riquezas;

que los honestos padecen

y se van a hacer puñetas

en tanto que los canallas

a costa suya prosperan;

que los tiempos no han cambiado

y que el mundo es una tienda

donde, si tienes dinero,

puedes comprar lo que quieras.

 

 

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